Hablemos de las madres…no solo por lo que hacen (trabajar,
cambiar pañales, cocinar, limpiar, planchar, cuidar, educar, etc., etc.-porque hay mucho “etcéteras”),
sino por lo que son: mujeres engendradoras de vida, transmisoras de vida,
formadoras de vida, que afectan literalmente las generaciones y pueden torcer
el curso de la historia de sus hijos, y al hacerlo, impactar al mundo. No es
ficción; es historia, documentada, y verificada. Tu nene que te desvela, tu
adolescente que te preocupa, tu joven que añade estrés sin querer, ese hijo
adulto cuya vida te impulsa a clamar de rodillas a Dios, por él; no son
casualidades. Como portadoras de la gracia, podemos “levantarnos como madre”
para ver transformadas las vidas y las circunstancias. (“…Me levanté como madre
en Israel.” Jue.5:7b). Levantarse nos indica decisión. La madre puede decidirse
a actuar ejerciendo su autoridad espiritual. ¡Cuántos cambios se pueden ver con
una madre determinada a “levantarse y actuar” como tal! Mirá qué
características y qué potencial nos ha dado Dios:
Amor y gracia: Sabemos que el amor es esencial para el
desarrollo saludable de la persona y la personalidad. La madre es poseedora de
un depósito inagotable: no se cansa de dar amor en toda forma posible para que
sus hijos crezcan y disfruten de su futuro. Ese amor toma forma de servicio,
cuidado, sacrificio, tesón, perseverancia, disciplina, corrección, consejo.
Para ilustrarlo, se ha dicho que una madre no divide el amor entre sus hijos;
lo multiplica. Y, ¿quién puede extender gracia (nuevas oportunidades, perdón,
aceptación, comprensión, consuelo) sino una madre? Cuando todos se dan por
vencidos con alguien,…la madre persiste. Es capaz de perseverar toda su vida en
pos del bien de su hijo. La madre jamás se dará por vencida.
Esfuerzo: La madre deja de lado su propia necesidad, su
propio cansancio, sus angustias propias, por abocarse al cuidado de su hijo. El
cuidado del hogar, hasta con la ayuda de la tecnología, requiere tiempo y
esfuerzo constantes. “Ciñe de fuerza sus lomos, y esfuerza sus brazos”
(Pr.31:17, RV60)].
Fuerza y dignidad: “Se reviste de fuerza y dignidad, y
afronta segura el porvenir” (Pr.31:25, NVI). “Revestida de fuerza” describe al
esfuerzo continuo del dar sin medida; la madre da todo de sí, más allá de su
propia limitación. ¿Cómo es si no, que puede “sobrevivir” a noches de desvelos,
sin comer, sin descansar, bajo presión, aun realizando esfuerzos que sobrepasan
su condición física?) ¡Está “revestida de fuerza” por Dios! “Revestida de
dignidad”: una de las acepciones de “dignidad”, según el diccionario de la RAE,
es “excelencia”, La madre se reviste de la excelencia como de una vestimenta. Y
es que ella procurará siempre lo mejor para sus hijos y su familia. Esto
también nos muestra una excelencia que excede a su propia capacidad. Hablar de
la excelencia en una mujer es hablar de la manifestación del potencial que hay
en ella: el potencial dado por Dios, con un propósito múltiple: dice la Biblia
que ella trabaja “con sus manos” (con referencia a lo material), y “edifica su
casa” (con referencia a lo humano y a lo espiritual). La madre es la primera
educadora de su hijo, la primera creadora de hábitos, la primera “edificadora”
de la conducta (construyendo hábitos, corrigiendo lo deficiente), la primera
modeladora del carácter y la personalidad de su hijo. Para lograrlo, ¡sí que se
requiere de la excelencia de parte de Dios!
Sabiduría (temor de Dios): “Cuando habla, lo hace con
sabiduría; cuando instruye, lo hace con amor.” Pr.31, 26, NVI. Y ”Considera los
caminos de su casa”. Pr.31:26-27a). La Biblia también dice que “la mujer sabia
edifica su casa”.La sabiduría de Dios siempre es para edificación. ¡Cuántos
hijos preservaron su vida por que sus madres actuaron con sabiduría! La
influencia de la mujer es grande, mucho mayor de lo que creemos. Las madres
sabias consideran las decisiones a tomar, establecen un fundamento sólido, inculcando
los valores que se rigen por la Palabra de Dios.
Celebremos el Día de la Madre dando gracias a Dios, y con
esta determinación ¡vamos a impactar como madres la historia de nuestros hijos!