sábado, 27 de octubre de 2012

Hablemos de las madres

 Hablemos de las madres…no solo por lo que hacen (trabajar, cambiar pañales, cocinar, limpiar, planchar, cuidar,  educar, etc., etc.-porque hay mucho “etcéteras”), sino por lo que son: mujeres engendradoras de vida, transmisoras de vida, formadoras de vida, que afectan literalmente las generaciones y pueden torcer el curso de la historia de sus hijos, y al hacerlo, impactar al mundo. No es ficción; es historia, documentada, y verificada. Tu nene que te desvela, tu adolescente que te preocupa, tu joven que añade estrés sin querer, ese hijo adulto cuya vida te impulsa a clamar de rodillas a Dios, por él; no son casualidades. Como portadoras de la gracia, podemos “levantarnos como madre” para ver transformadas las vidas y las circunstancias. (“…Me levanté como madre en Israel.” Jue.5:7b). Levantarse nos indica decisión. La madre puede decidirse a actuar ejerciendo su autoridad espiritual. ¡Cuántos cambios se pueden ver con una madre determinada a “levantarse y actuar” como tal! Mirá qué características y qué potencial nos ha dado Dios:

Amor y gracia: Sabemos que el amor es esencial para el desarrollo saludable de la persona y la personalidad. La madre es poseedora de un depósito inagotable: no se cansa de dar amor en toda forma posible para que sus hijos crezcan y disfruten de su futuro. Ese amor toma forma de servicio, cuidado, sacrificio, tesón, perseverancia, disciplina, corrección, consejo. Para ilustrarlo, se ha dicho que una madre no divide el amor entre sus hijos; lo multiplica. Y, ¿quién puede extender gracia (nuevas oportunidades, perdón, aceptación, comprensión, consuelo) sino una madre? Cuando todos se dan por vencidos con alguien,…la madre persiste. Es capaz de perseverar toda su vida en pos del bien de su hijo. La madre jamás se dará por vencida.

Esfuerzo: La madre deja de lado su propia necesidad, su propio cansancio, sus angustias propias, por abocarse al cuidado de su hijo. El cuidado del hogar, hasta con la ayuda de la tecnología, requiere tiempo y esfuerzo constantes. “Ciñe de fuerza sus lomos, y esfuerza sus brazos” (Pr.31:17, RV60)].

Fuerza y dignidad: “Se reviste de fuerza y dignidad, y afronta segura el porvenir” (Pr.31:25, NVI). “Revestida de fuerza” describe al esfuerzo continuo del dar sin medida; la madre da todo de sí, más allá de su propia limitación. ¿Cómo es si no, que puede “sobrevivir” a noches de desvelos, sin comer, sin descansar, bajo presión, aun realizando esfuerzos que sobrepasan su condición física?) ¡Está “revestida de fuerza” por Dios! “Revestida de dignidad”: una de las acepciones de “dignidad”, según el diccionario de la RAE, es “excelencia”, La madre se reviste de la excelencia como de una vestimenta. Y es que ella procurará siempre lo mejor para sus hijos y su familia. Esto también nos muestra una excelencia que excede a su propia capacidad. Hablar de la excelencia en una mujer es hablar de la manifestación del potencial que hay en ella: el potencial dado por Dios, con un propósito múltiple: dice la Biblia que ella trabaja “con sus manos” (con referencia a lo material), y “edifica su casa” (con referencia a lo humano y a lo espiritual). La madre es la primera educadora de su hijo, la primera creadora de hábitos, la primera “edificadora” de la conducta (construyendo hábitos, corrigiendo lo deficiente), la primera modeladora del carácter y la personalidad de su hijo. Para lograrlo, ¡sí que se requiere de la excelencia de parte de Dios!

Sabiduría (temor de Dios): “Cuando habla, lo hace con sabiduría; cuando instruye, lo hace con amor.” Pr.31, 26, NVI. Y ”Considera los caminos de su casa”. Pr.31:26-27a). La Biblia también dice que “la mujer sabia edifica su casa”.La sabiduría de Dios siempre es para edificación. ¡Cuántos hijos preservaron su vida por que sus madres actuaron con sabiduría! La influencia de la mujer es grande, mucho mayor de lo que creemos. Las madres sabias consideran las decisiones a tomar, establecen un fundamento sólido, inculcando los valores que se rigen por la Palabra de Dios.

Celebremos el Día de la Madre dando gracias a Dios, y con esta determinación ¡vamos a impactar como madres la historia de nuestros hijos!

 

viernes, 26 de octubre de 2012

Le agrada bendecirnos “porque sí”

Realmente creo que a Dios le agrada bendecirnos “porque sí”. La Biblia dice que Él se deleita en hacernos bien. Él es amor. Todo lo que somos y tenemos lo hemos recibido de Dios, sin merecerlo, sin ganarlo. Como seres humanos nos cuesta comprender el concepto de que Alguien nos ame, nos dé algo y nos haga bien sin merecerlo. Traemos el bagaje de siglos al respecto: "hay que hacer algo para recibir algo", "tenemos que ganarnos todo lo que deseemos". Sin embargo, a Dios le place -¡le encanta!- bendecirnos “porque sí”. Simplemente porque Él es bueno y quiere hacernos bien. ¡Es un concepto que revoluciona mi alma! 
No tenemos que luchar para alcanzar su gracia o su aceptación. Su Palabra dice que somos “aceptos en el Amado”. Ese es su regalo precioso para nosotros. Cuando venimos a Jesús somos transformados en hijos de Dios. ¡Sus predilectos! Eso trae descanso.Trae paz y también alegría. Sabemos que podemos descansar en Aquel que nos ama sin condiciones. ¡Su amor nos hace felices! 
Tendremos otras luchas, de distinta índole, pruebas, desafíos para la fe; pero, podemos descansar en el hecho de que Dios nos ama con un amor eterno, y  ha decidido hacernos bien. Él es quien nos ayuda y nos defiende.
“A Dios le agrada bendecirnos ‘porque sí’ porque se deleita en hacernos bien”. De modo que no te sorprendas de sus regalos, de sus mimos, de esas cosas que Él hará por vos, que ni te imaginás.

viernes, 19 de octubre de 2012

Jesús nos comprende

"Hebreos 4:15 afirma que Jesús experimentó cada emoción y sufrió cada sentimiento como usted y yo, pero lo hizo sin pecar. ¿Por qué Él lo hizo sin pecar? Porque no tenía sentimientos erróneos. Él conocía las Escrituras en cada área de su vida, porque pasó años estudiándolas antes de comenzar su ministerio.
Usted y yo nunca seremos capaces de decirles no a nuestros sentimientos si no tenemos dentro un fuerte conocimiento de la Palabra de Dios. Jesús tenía los mismos sentimientos que tenemos, pero nunca pecó por ceder a ellos.
Cuando estoy dolorida por alguien y me siento enojada o disgustada, me conforta mucho levantar mi rostro, mis manos y mi voz al Señor y decir: 'Jesús, me alegra tanto que tú comprendas lo que siento en este momento y que no me condenes por sentirme así. No quiero ventilar mis emociones. Ayúdame, Señor, a superarlas. Ayúdame a perdonar a quienes me han juzgado mal y a no desairarlos, evitarlos o buscar devolverles el daño que me han hecho'.
¿Por qué no inclina su cabeza usted también y le agradece al Señor por entenderlo? Ore conmigo: 'Gracias, Señor, por entenderme y no condenarme. Gracias por no dejarme. Te pido ayuda, que yo pueda ser más comprensivo como tú lo eres'."


Extracto tomado de La Biblia de la Vida Diaria de Joyce Meyer. Una publicación de Casa Creación. Boletín Mujer de Propósito. Usado con permiso de la revista Vida Cristiana.