La
comunicación es vital para todas las relaciones interpersonales; para el
crecimiento, para el desarrollo normal, para la salud; es vital en todos los
ámbitos. Somos seres comunicativos y gregarios: necesitamos expresarnos y
recibir las expresiones de los demás; dar, recibir, compartir, y “estar
acompañados” en el camino de la vida.
Nos
comunicamos desde el vientre de nuestra madre. Nos comunicamos con la mirada al
nacer, con el llanto, aferrándonos a lo nuevo (el dedo de mamá, la nariz, el
cabello), con sonidos “ininteligibles”
(hasta que la mamá lo decodifica y logra entender los mensajes de su hijo); con
las primeras sonrisas, y las risas de
los padres que constituyen un feedback, una respuesta comunicativa. Eso también
es comunicación.
Aprendemos “el modo” comunicativo antes que
cualquier forma de lenguaje. Es decir
que siempre buscamos inconscientemente la manera de comunicarnos, de
interactuar, desde el nacimiento. Justamente porque fuimos creados para
interactuar, dar y recibir, compartir.
Cuando
la comunicación es interrumpida o entorpecida por alguna razón eso afecta las
relaciones, las emociones, el carácter, los pensamientos, las acciones, las
respuestas de la conducta. Y es necesario restablecerla a fin de que todas las
cosas comiencen a mejorar.
Dios
nos ha dado la oración como medio para comunicarnos con Él, ¡en todo momento,
en todo lugar, en toda manera! Podemos estar siempre “on line”, con línea
abierta, de manera ilimitada. ¡Es fascinante! Pensemos un momento en esto:
“Puedo comunicarme con Dios en todo
momento, en todo lugar, en toda manera”. ¡Maravillosamente impactante!..
Él ha
prometido estar con nosotros siempre, ha prometido oírnos, y respondernos.
Lo
único que puede interrumpir la oración es el pecado; y aun para eso Él proveyó
la solución (“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y
justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” 1º Jn.1:9).
Como
hijas de Dios tenemos acceso al trono de Dios, a su presencia, para entrar
confiadamente, para recibir la gracia que necesitamos. Podemos conversar con
Dios, como amigos (“…os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi
Padre, os las he dado a conocer.” Jn.15:15).
Incluso hay beneficios para el cuerpo en la oración: cuando estamos en oración con Dios, Él aquieta nuestra alma, en Él hallamos descanso y quietud para el alma. Siempre recibiremos paz y gozo en su presencia. En medio de toda circunstancia podemos pedirlo y lo recibiremos, eso y más, ¡junto a Él, en compañía!
Incluso hay beneficios para el cuerpo en la oración: cuando estamos en oración con Dios, Él aquieta nuestra alma, en Él hallamos descanso y quietud para el alma. Siempre recibiremos paz y gozo en su presencia. En medio de toda circunstancia podemos pedirlo y lo recibiremos, eso y más, ¡junto a Él, en compañía!
“He aquí yo estoy con vosotros todos los
días...” Mateo 28:20.
“Tú oyes la
oración”. Salmo 65:2
“Clama a mí,
y yo te responderé”, Jeremías 33:3
“En Dios
solamente está acallada mi alma” Salmo 62: 1.
“Con
tremendas cosas nos responderás tú…” Salmo 65:5