jueves, 21 de marzo de 2013

Realeza

Recordar quienes somos nos ayuda para no ceder a la tentación de menoscabarnos, o sobrevalorarnos. Nuestra autoestima está equilibrada en Dios. 
Los hijos de Dios somos hijos del Rey, que es Rey de reyes y Señor de señores. La Biblia dice somos herederos en Cristo Jesús. Que “somos reyes y sacerdotes”, que somos justos, que somos santos, que somos más que vencedores. Y, de igual manera, nos exhorta a que “cada uno piense de sí con cordura”, sin tener “un concepto más alto del que deba tener”.
Como mujeres, ¿somos princesas o somos siervas? Son conceptos que se contraponen. Pero debemos saber que somos ambas. Pareciera ser una paradoja, pero es una realidad bíblica. La realeza del Reino de Dios se caracteriza por la actitud de servicio hacia el prójimo.
Tenemos la misión de dar a conocer el amor de Dios para que muchos lo conozcan y lo reciban. Somos seres humanos, llenos de la presencia de Dios con el propósito de honrar su nombre. Somos llamados a ser como Jesús. Él, el Rey de gloria, se hizo siervo y entregó su vida para salvarnos a todos. Por eso, la realeza del Reino de Dios se distingue por el amor y el servicio.
Más allá de nuestra herencia en los cielos, más allá de la vida eterna que ya tenemos, más allá del poder y la autoridad de Dios que hemos recibido, más allá de nuestra “corona”, somos siervos de Dios comisionados para salvar a otros. Recordemos cuán valiosos somos, de modo que podemos vivir confiadamente y abocados a nuestra misión.