viernes, 27 de diciembre de 2013

La buena noticia

Los seres humanos tenemos inteligencia y raciocinio, una conciencia moral que nos hace entender el bien y el mal, y una voluntad que nos permite elegir entre ambos; y capacidad afectiva: la capacidad de amar, de sentir emociones.

Podemos ejercer nuestra voluntad, gracias a la libertad de decisión (libre albedrío), lo cual significa que podemos elegir lo bueno y hacer  lo bueno. Incluso elegir las emociones  buenas. O lo contrario. Es nuestra elección. 

Tenemos una inclinación al mal que es innata. Pero, gracias a Dios, esa condición no es  irreversible. Desde que  Adán y Eva (el primer hombre y la primera mujer), decidieron ser independientes y alejarse de Dios, afectaron a la humanidad entera, al punto de tomar decisiones tanto equivocadas como inconcebibles. El resultado es que el mundo actual sea como es. Dios, que es generoso y bueno, proveyó la posibilidad de volver a tener un corazón que ame lo bueno y haga lo bueno. Cada uno de nosotros podemos decidir libremente.

Podemos elegir acercarnos a Dios, volver a Dios después de habernos alejado tanto. Podemos cambiar de rumbo y hacer lo que agrada a Dios. Si nos arrepentimos, todo el poder de Dios está disponible para ayudarnos a vivir una vida digna y maravillosa.

Él nos da un corazón nuevo, una nueva naturaleza; nos hace hijos de Dios de modo que podemos hablar con Él como un hijo a su Padre. Con la diferencia de que Dios es el Padre Perfecto, el que todos quisieran tener. La Biblia dice: “A los que creen en su nombre, les dio derecho de ser llamados hijos de Dios”.

Creyendo en Jesús, reconociendo nuestros pecados y errores, podemos arrepentirnos, pedirle perdón y acercarnos a Él con confianza. Porque estábamos lejos de Dios, pero Él envió a su Hijo. Él vino a buscarnos para que tengamos vida y vida eterna por medio de Él. 
Esta es la buena noticia. Este es el mensaje del evangelio. El mensaje de Navidad es un mensaje de vida y alegría sin fin. Un mensaje de Dios para vos. Para que también puedas decir: “Y nosotros hemos llegado a saber y creer que Dios nos ama. Dios es amor.” (1 Juan 4:16, NVI).



 


 



sábado, 7 de diciembre de 2013

Muy guardados

¡Dios cuida de mí! Como un niño entre tules, encajes y cuidados, mi alma está segura en Él, confiada. El Dios que me creó me ama como nadie.

Como hijos de Dios, podemos sabernos muy amados, sumamente protegidos, a salvo, seguros. 

El amor de Dios es real. Muy real. Su amor está muy presente cuidando de mí, de vos, de todos. Cuidando de todo.  El amor de Dios nos guarda. ¡Maravilloso Dios!

A lo largo de la vida, descubriremos que su amor nos ha protegido siempre. Cuando hallamos “espinas" en nuestro camino, cuando afrontamos decepciones, cuando salimos ilesos de un fracaso aprendiendo una gran lección inolvidable, Dios estuvo allí, a nuestro lado. 

Su amor nos guarda en tiempos de alegría y en tiempos difíciles, de igual manera. Inalterable. Incomparable.

En crisis, desconsolados o desconcertados, o felices y en un gran momento, Dios nos sostiene, de igual manera. Está ahí, como siempre. Muy cerca. No se aleja jamás. Nunca nos dejará.

Podemos descansar en Él en todo tiempo. Somos muy amados. Somos muy guardados. 

“Fiel es el Señor, que los afirmará y guardará del mal.” 2 Tesalonicenses 3:3