lunes, 4 de diciembre de 2017

Recompensa

En ocasiones pensamos (o comprobamos) que es más "fácil" hacer lo malo que hacer lo bueno. Por momentos parece que lo que "surge" primeramente es la tendencia a tomar revancha, a ser egoísta, a pensar primero en uno. Si alguien nos hizo daño, no nos surge de inmediato la idea de "hacerle bien". Antes, ¡queremos evitar a esa persona! Esa es nuestra inclinación humana. Nuestra primera "reacción". Pero, ¿sabías que hay "recompensa" cuando hacemos el bien? Cuando no devolvemos el mal a quien nos hizo daño, recibimos un bien.  Si en vez de hacerle mal buscamos ayudar, somos recompensados. Pensalo. Es algo que podemos comprobar. 
 
Si no, decime cómo te sentís cuando te "vengás" de alguien por lo que te hizo. Aunque esa venganza solo consista en indiferencia. Seguro que no te hará sentir mejor. Vas a sentirte triste y frustrado, porque el mal no nos da alegría, jamás.

Sin embargo, ¿cómo te sentís en una situación similar, cuando elegís "no vengarte", sino perdonar, pasarlo por alto? Todo lo contrario. Si ves la manera de ayudar a esa persona, si tratás de tener empatía, te "ponés en sus zapatos", si tratás de entender su conducta, todo será distinto. Te vas a sentir bien. Vas a tener paz. De pronto, ¡vas a descubrir una alegría que no sabés de dónde salió! Hay una recompensa cuando hacemos lo bueno: es esa quietud interior y esa alegría que te llena ¡y te hace sentir súper bien!

La Biblia dice: "No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien". Dios nos ama. Él sabe que necesitamos estar en paz. Nos la da como un regalo cuando hacemos lo bueno. Además, eso tiene un efecto en la otra persona. Si no le devolvemos el mal, quizás se aplacará su enojo, se hallará confrontado con su conducta y considerará su comportamiento. Incluso, ¡hasta quizás cambie!
En este mundo de individualismo y hedonismo, de revanchas y competencias. "hacer el bien sin mirar a quién" parece raro. Pero te animo a formar parte de los millones de personas que decidieron amar a pesar de todo. ¡Recibirás tu recompensa y nueva fuerza para vivir como agrada a Dios!

lunes, 6 de noviembre de 2017

Felices por siempre

Nos encantan las películas con finales felices, ¿verdad? Las historias de príncipes y princesas, los cuentos de hadas, los buenos finales. ¿Por qué será? Yo creo que eso es ¡porque fuimos creados por Dios para vivir felices por siempre de verdad! Él Preparó un lugar lleno de dicha y felicidad: lo llamamos "Cielo". Aunque algunos quieran negarlo, llevamos dentro ese anhelo, esa necesidad imperante de ser felices. Y no sólo eso, queremos ser felices para siempre, por la eternidad. ¿Te das cuenta? ¡Ése es nuestro destino preparado por nuestro Creador!
 
Dijo Jesús: “El que cree en mí tiene vida eterna”. No lo dudes. Dios nos ama tanto que preparó todo para cumplir ese anhelo que Él mismo puso en nosotros: vivir felices por siempre. Para eso, envió a su Hijo, Jesús, para que creyendo en Él y en lo que hizo por nosotros, podamos tener el perdón de pecados y la vida eterna. Solo tenés que creer en Dios, en su Hijo Jesús, tomar la decisión de dejar lo malo. Pedir perdón por los pecados y recibir todo lo bueno que Dios te regala en Jesús. Animate. Confiá en Dios. ¡Esa será la mejor decisión de toda tu vida! 
Ciertamente. Dios preparó el verdadero “felices por siempre”. El Cielo y la felicidad son nuestros cuando creemos en Jesús y lo hacemos Señor de nuestro corazón y nuestra vida.

“¡Dios, gracias por amarme tanto! ¡Gracias por preparar el Cielo para mí! ¡Gracias porque Vos querés que seamos felices por siempre! Yo creo que Jesús es tu Hijo, que murió por mí y resucitó para darnos vida y vida eterna. Perdoname mis pecados, ¡y sé el Señor y Salvador de mi vida, Jesús! Quiero vivir de tal manera que otros puedan conocerte y hallar el camino al Cielo. ¡Gracias por tanto, tanto amor!”

lunes, 2 de octubre de 2017

El Camino

¡Qué seguros que andamos cuando conocemos el camino! Cuando nos toca ir por lugares desconocidos andamos con cautela, inseguros, alertas. Muchos piensan cuál será el camino al Cielo. Cómo llegar a ese lugar de felicidad eterna. Qué hay que hacer para llegar allí. ¡Cuál es en verdad el camino! 

Jesús dijo: “Yo soy el camino…y la verdad y la vida”. ¿Qué hay que hacer? La Biblia lo dice. Dice que todos los que creen en Jesús, y lo reciben como Salvador y Señor, ¡tienen el derecho de ser hijos de Dios! Y Dios se convierte en su Padre Perfecto, el Padre nuestro que está en el Cielo. 
La respuesta es, entonces, que ¡Jesús es el camino al Cielo! Podemos andar seguros cuando nos rendimos a Él y lo hacemos Señor de nuestra vida. Podemos tener la certeza de la vida eterna. Podemos estar seguros de que el Cielo será nuestro futuro Hogar.
 
“Jesús, creo que sos el Hijo de Dios; creo que sos el camino al Cielo. Vos lo dijiste. Perdoname por andar por caminos equivocados, por hacer lo malo. Y ayúdame a vivir como te agrada. Quiero que seas mi Señor y Salvador, que me muestres cómo vivir cada día. Quiero conocerte y seguirte. Quiero tu compañía. Que camines conmigo. ¡Gracias por amarme y tenerme paciencia! ¡Gracias por hacerme un hijo amado de Dios!”

domingo, 10 de septiembre de 2017

"Inofendibles"

Todos pasamos por situaciones en que somos ofendidos por alguien, o nosotros ofendemos a alguien, ya sea de manera intencional o no. Aunque a veces se minimiza el sabio consejo de “contar hasta 10”, ¡resulta ser muy útil! En diez segundos “desactivamos” la respuesta automática que nos lleva a “reaccionar” sin pensar. En esos segundos podemos pensar en por qué la persona actúa de manera ofensiva, o ponernos en su lugar, tener empatía, y sobre todo ¡tener en cuenta su propia humanidad! No es un ser cibernético programado sin emociones: ¡es como vos y como yo! Un ser vivo pasible de dolores y alegrías, contradicciones, fallas y errores. Diez segundos que pueden salvar relaciones, amistades, empresas,  empleos, matrimonios... 

La Biblia nos dice que es sabio pasar por alto la ofensa. Parece fácil, pero no lo es. Se requiere humildad, mansedumbre, dominio propio, amor y prudencia. “El prudente pasa por alto el insulto” (Pr. 12:16b, NVI). y “Honra es [del hombre] pasar por alto la ofensa” (Pr. 19:11b). Debemos procurar la paz. Ser pacificadores, promotores de la paz. Buscar el bien de los demá también. Si obedecemos a Dios de todo corazón, ¡descubriremos que seremos más felices!


En ocasiones permitimos que pequeñas cosas, pequeñas ofensas nos roben la paz y la alegría. Pasemos por alto las ofensas. No seamos tan "ofendibles". Minimicemos su impacto, considerando a nuestro prójimo como tal. Mantendremos una atmósfera tranquila y sin contienda, y daremos oportunidad para que las personas cambien. Recordemos que nosotros también necesitaremos en algún momento esa paciencia de parte de otros. Busquemos, en todo lo que dependa de nosotros, estar en paz con todos, y,  ser “inofendibles” ¡si fuere posible! Nos haremos mucho bien a nosotros mismos y a los demás.

lunes, 7 de agosto de 2017

Existe

Podemos dudar del aire porque no lo vemos, pero existe. Es invisible pero nos da vida. De igual manera, podemos dudar de Dios porque no lo vemos, pero Él existe. Es invisible, pero nos da vida. Le importamos a Dios. Dios nos ama como nadie. Él nos hizo, creó todo, incluso a cada uno de nosotros. Anhela que podamos conocerlo y le permitamos ser parte de nuestra vida. 

Dios nos mira. Nos conoce. Sabe todo de nosotros. Sabe cómo somos, sabe de nuestra fragilidad y conoce nuestra necesidad. Él quiere ayudarnos.

Sin embargo, Dios nos respeta y respeta nuestras decisiones. Por eso espera que confiemos en Él, como Él nos pide. Que lo busquemos y le hablemos. La vida es distinta cuando lo invitamos a Él a ser parte. Si querés, podés decirle hoy: 
"Dios, quiero conocerte, y conocer tu amor por mí. Ayudame, por favor, enseñame todas las cosas para  experimentar esa vida diferente que nos ofrecés. Ayudame a ser cada día mejor, por amor a vos. ¡Gracias!"

viernes, 28 de julio de 2017

Luz

Por el mero hecho de estar, la luz disipa la oscuridad. Una lámpara, una linterna, una luz de emergencia, un dispositivo electrónico, son elementos que dependen de una fuente de energía que los alimenta y los mantiene capaces de iluminar y de cumplir su función. También nosotros dependemos de una Fuente: Dios mismo es nuestra fuente de Luz y de Poder.  La vida cristiana es una vida expuesta, que se muestra y se exhibe aunque no nos demos cuenta. Se percibe tanto como una luz en la oscuridad. Se difunde hasta "casi involuntariamente". En este mundo de hoy, vemos una apremiante necesidad de la luz de lo genuino, algo que indique el camino para salir de la oscuridad. 
 
Cuando acercamos luz a un recinto oscuro, “la oscuridad retrocede”. De la misma manera, Jesús “ilumina este mundo” incluso en lo cotidiano trayendo vida y libertad. Él, quien dijo “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas”, nos encomendó la tarea que Él mismo comenzó. Nos dijo: “Ustedes son la luz del mundo”. Y lo somos por medio de Él, por la fe. Para ser esa luz se requiere ser auténticos. Seamos auténticos, sinceros, que el amor nos motive. Son nuestras actitudes, acciones y reacciones, decisiones y determinaciones, las que proyectan una fuerte convicción de quiénes somos realmente, de manera tan clara, que los hechos acallan las palabras.
 
Dispongámonos a desarrollar esa "capacidad de iluminar", de bendecir. No de "brillar para inflar el ego", ni de ser "una estrella". No hay luz alguna en eso. Permitamos que Jesús reine en nuestro corazón y nos transforme continuamente. Nuestra esencia misma como hijos de Dios nos hace portadores de su luz. Por eso podemos iluminar sin esfuerzo alguno, como una lámpara ilumina el lugar donde está. 
 
Manifestamos lo que somos, pero siempre dependientes de la Fuente. Dios es la fuente y el origen de lo bueno. La fuente de nuestra vida, de nuestra fuerza y de nuestra alegría. Nacimos para mostrar las maravillas de Dios y su amor por la humanidad. Eso es posible cuando vivimos en comunión con Él y con su compañía. 
 
Que se vislumbre su luz y que pueda irradiarse libremente y sin ostáculos. Que muchos puedan salir de la oscuridad en que están cautivos. Ese es el anhelo de Dios.

jueves, 8 de junio de 2017

Miradas

La mirada es palabra no pronunciada. La mirada también es comunicación. Puede transmitir lo que pensamos y sentimos; cómo somos y nuestro estado interno. Puede transmitir afecto o rechazo; emociones beneficiosas o nocivas. Percepciones recibidas; reacciones internas; juicios no emitidos; reflejos de nuestro raciocinio y también de nuestra vida emotiva. Por eso, cuando miramos, comunicamos; emitimos un mensaje.
Ciertamente la mirada de Jesús irradiaba amor, ternura, aceptación, y también indignación ante el pecado, firmeza, y fidelidad. Estaba cargada de aceptación y de compasión.
Consideremos nuestra propia mirada, nuestro propio mensaje para quienes nos rodean, con quienes compartimos nuestra vida diaria. Que podamos reflejar la vida de Cristo en nuestra mirada, para transmitir esperanza, llevar alivio, mostrar amor, manifestar que hay una respuesta al clamor de los que sufren, la cual se halla en Jesús. Que Jesús sea siempre nuestro ejemplo. Que nos dé ese amor celestial cada día para compartirlo y bendecir a quienes encontramos ante nuestros ojos.
 

lunes, 8 de mayo de 2017

Sólo creer

Podemos creer y confiar en alguien que nos ha demostrado su amor o su integridad, ¿no es cierto? Dios nos ha mostrado su amor incondicional. Todo lo que nos pide es que creamos en Él y confiemos sin dudar. ¡Su amor es real! Es una verdad irrefutable y transformadora. Un amor que nos cambia y nos hace fuertes.¡Es verdad! Millones y millones de personas ya lo hemos experimentado.
 
¿Te parece imposible? Pero es real. ¿Te sentís lejos? Pero, Dios está cerca, a tu lado. ¿Pensás que hiciste todo mal y que Dios no te quiere? ¡Dios te ama tal cual sos, más de lo que podés imaginar!

Si recibís a Jesús en tu corazón como Señor y Salvador, su gran amor hará de vos una nueva persona. Él nos hace hijos de Dios. Nos abre el Cielo y nos regala vida eterna. Dios, que no miente, lo prometió.
 
Si te arrrepentiste de lo malo y buscás lo bueno, si querés conocer a Dios, podés hablar con Él. Él te perdona  y te da una vida nueva. Podrás disfrutar de todo lo bueno y Dios te llenará de gozo el alma para siempre. Comprobalo por vos mismo. Los niños confían sin temor en quien los ama. Confiemos así, con sencillez. ¡Su amor y su bondad son infinitos!