viernes, 17 de mayo de 2013

¿Rendirme? ¡Jamás!

En la vida diaria nos topamos con esta pregunta "no articulada", pero que rebota en el interior hasta que la enfrentamos: "¿Te vas a rendir?"  Qué hacer; esa es la cuestión. 

Es entonces que nos "sentamos" un instante frente a esa palabra: "rendirme". Y simplemente le decimos: "¡Jamás!" Es una decisión necesaria. Más que una respuesta a uno mismo es la manifestación de la actitud que adoptaremos de ahora en más.

Ni pensemos en rendirnos, en abandonar. Las situaciones que surgen nos "sugieren" que es la única opción, quizás. Las pruebas, el desánimo y demás no desaparecerán simplemente porque decidamos rendirnos. El rendirse nunca será una solución. Salvo que nos rindamos a Dios. Esa es la única rendición válida: Rendirnos a Dios, entregarnos a Dios, confiar con certeza en su amor y en sus planes. Porque Él tiene planes y, ciertamente, son mejores que los nuestros. La mejor decisión es no rendirse ante los problemas, sino rendirnos a Dios. Entregar todo a Él porque Él cuida de nosotros. 

Podemos confiarle nuestra vida a Dios. Y ya no tendremos que rendirnos ante avalanchas de dificultades. Podremos decir confiados: "Yo sé en quién he creído, y estoy seguro de que tiene poder para guardar hasta aquel día lo que le he confiado" (1 Timoteo 1:12, NVI).

De modo que no nos dejemos intimidar por las circunstancias, porque nuestro Dios controla todas las cosas y lea pone límite. Él está a nuestro lado diciendo: "No te rindas. No temas. Yo te ayudo".

¡Ese es nuestro Dios! No lo dudes y comprobalo por vos mismo.