lunes, 30 de agosto de 2021

Súper héroes

Superarnos es loable. Reconocer nuestros límites también lo es. Muy a menudo actuamos como si fuera necesario ser súper héroes, ¿verdad? Nos sentimos impelidos y presionados. Nos exigimos, nos desvelamos por alcanzar objetivos y por lograr lo imposible, a veces, incluso con riesgos para nuestra salud. Las metas, obviamente,  son buenas, pero, siendo realistas, debemos reconocer que somos débiles, aunque no nos guste decirlo y en ocasiones, vulnerables. Aun así, debemos saber que somos fuertes en cierta manera. Fuertes, pero con fuerza limitada. No súper héroes. Tenemos límites, y está bien: eso debería protegernos de nuestra propia arrogancia.
 
En medio de los éxitos más grandes, o en las crisis más profundas, todos necesitamos saber que Dios existe y está interesado en nuestra vida, en lo que nos pasa. Necesitamos saber que Dios ha prometido ayudarnos y Él conoce nuestras limitaciones.
 
En ocasiones, puede resultar fácil sentirnos abrumados, menoscabarnos o ser menoscabados. Encontraremos dificultades y obstáculos siempre, de una u otra manera. Pero, eso es parte de nuestro "entrenamiento" como superadores y vencedores. Seguramente habrá ocasiones en que te desanimes. Pero no te quedes ahí. No nos quedemos en ese punto. Vayamos a Dios y hablémosle. Él nos conoce tal cual somos. Solamente nos pide que confiemos en Él.

El secreto a voces es este: No estamos solos. Dios está con nosotros. Somos muy amados. Fuimos creados para ser victoriosos con Dios. Él es más real que este mundo concreto de realidades materiales y humanas. 

Si te has decepcionado por no ser un súper héroe, recordá que la verdadera fuerza se halla en la debilidad. Cuando nos reconocemos débiles, Dios nos fortalece con su poder y hace realidad nuestros imposibles.

Anhelo que puedas recordar esto siempre, en los buenos tiempos y en los difíciles: Dios es real. Dios te ama. Dios es tu fuerza y tu pronta ayuda.

¡Le importás mucho! Nunca dudes en pedir su ayuda. Está muy cerca de vos.

lunes, 23 de agosto de 2021

Intachables

Nos gusta creer que somos buenos. Nadie quiere ser considerado malo. Sabernos buenos nos da sosiego y calma. Procuramos ser intachables. En un mundo en que se cuestiona casi todo, la integridad es innegociable. 

La integridad ennoblece. Se afirma y se establece en el corazón cuando permitimos que Dios gobierne nuestra vida, acciones y emociones.

La integridad nos alegra, nos infunde seguridad y paz. Sin embargo, la integridad y la paz pueden perderse fácilmente. Las perdemos cuándo hacemos lo que sabemos que está mal. También cuando no hacemos lo bueno que debíamos hacer. Cuando nos desenfocamos, dudamos, o nos preocupamos demasiado.

¿Cómo volvemos a ser íntegros, cómo recuperamos esa paz tan preciada? No podemos hacer lo bueno siempre, sin equivocarnos jamás. "No hay hombre que siempre haga bien y nunca peque", nos dice Dios. No nacimos para ser malas personas; nacimos para ser buenos. Pero todos tenemos esa inclinación innata al mal. Aun así, Dios ya dispuso la manera de que recuperemos la paz y la vida.

Dios, que es bueno y perdonador, nos invita: "Vengan a mí". Podemos acudir a Él, reconocer nuestros errores (y maldades) y pedir perdón, con la determinación de no volver a cometerlos. Él nos perdona y la paz regresa. Nos limpia de nuestra maldad para volver a ser personas de bien. Es necesario reconocer nuestra debilidad y querer cambiar. Dios está dispuesto a hacerlo posible en nuestras vidas: debemos decidirnos y hacer nuestra parte. Él hará lo que es imposible para nosotros. Nos da un nuevo corazón para amar lo bueno y detestar lo malo. ¡Dios quiere ayudarnos!Y lo hará si acudimos a Él.

¡Ánimo a todos los que anhelan ver el bien! Podemos ser íntegros con ayuda de Dios, el único que tiene poder para transformarnos y darnos la capacidad de vivir de manera intachable.

Pidámosle: "Lávame por completo de mi maldad, y límpiame de mi pecado" (Salmo 51:2, LBLA). Él lo hará.

martes, 17 de agosto de 2021

Introspección

Un objetivo válido y nunca infructuoso: examinarnos a nosotros mismos. Tenemos la opción de no ser iguales: siempre podemos mejorar. Aunque un poco de introspección nos viene bien a todos, la decisión es nuestra.

Fuimos creados para crecer, desarrollarnos y progresar. Podemos colaborar con Dios en esa transformación interior que lleva a cabo en cada uno de los que acudimos a Él: Dios nos invita a reflexionar sobre lo que debemos cambiar, perfeccionar o dejar. Y también a hacer algo al respecto.

Con la ayuda de Dios, reconociendo nuestra necesidad, podemos superar todas esas cosas que nos han vencido muchas veces: el carácter individualista, los hábitos arraigados que nos frenan, los recaudos extremos que nos impiden avanzar, los límites autoimpuestos a nuestra veta más fructífera, los temores. 

¡Qué podamos comprender cabalmente cuánto nos ama Dios! Cuánto bien nos espera, cosas que no imaginamos, pero que Dios preparó para quienes lo aman y le creen. Sabernos tan amados nos mueve a ser mejores.

En la vida, considero, no hay casualidades. Hay propósitos, caminos, rumbos, decisiones. Un Dios Perfecto que reina sobre todo, pero que nos ha dado la libertad de elegir. 

Hoy, aquí y ahora, tenemos incluso la libertad de elegir creerle a Dios, con todo lo que implica. Si nunca lo hiciste, hoy puede ser ese día, que será ¡inolvidable!

miércoles, 11 de agosto de 2021

El sol

En los días más fríos, cuando el sol cobija a los seres humanos bajo su manto, la vegetación se renueva y se levanta, los seres vivos se asoman y se abrigan con su luz. Disemina alegría, una alegría cauta, silenciosa y cálida. Aviva otra vez la esperanza; nos recuerda el porvenir. Casi sin darnos cuenta, recibimos otra cuota de esa fuerza que llega hasta los huesos, que anima y entusiasma.

Es el sol, un transmisor de un mensaje más alto y sublime. El simple, cotidiano y espléndido sol. Porque, incluso en esos días invernales, podemos vislumbrar el cuidado infinito de Dios: Él puso límites al sol, para cuidar la vida. ¡Qué inefable es su amor, inexplicable! Su infinito poder, ¡inmensurable!

¿Te has dado cuenta de cuánto te ama Dios?

Que en este invierno diferente puedas recibir lo que Dios tiene para vos.  Te deseo una vida de la buena, de la abundante, de la que no termina. Te deseo una vida plena de alegría profunda. ¡Una vida con Dios!

viernes, 6 de agosto de 2021

Vencedores

A menudo se describe al amor como algo débil, como si fuera fácil de manipular o de vencer. Como si dependiera de algo o alguien para existir. Nada más lejos de la realidad. ¿Será que quien más ama es más débil? De ninguna manera. 

En este mundo de hoy podemos ver actitudes que evidencian alguna forma de maldad o de soberbia. Pareciera ser que quienes se exhiben de esa manera, son más fuertes. Desafían todo y a todos mostrando una inusual osadía. No obstante, la fuerza no reside en eso. La arrogancia es hedonismo latente, egocentrismo en acción. No hay fortaleza en eso: simple debilidad. Sólo el que ama puede ser más fuerte.

Sólo el que ama mucho daría su vida por alguien más. Jesús lo hizo. Lo mostró con sus hechos. Él dio su vida en la cruz por nosotros, para que no tengamos que morir eternamente. Resucitó para mostrarnos a Dios y el camino hacia Él. Jesús mismo nos dejó ejemplo del amor que vence.

Somos renuentes, de manera innata, a hacer sacrificios por los demás. Sin embargo, cuando amamos, el amor nos hace más fácil ayudar a otros. Nuestra naturaleza es egoísta, sí. Por eso necesitamos un nuevo corazón, uno espiritual, que proviene de Dios.

Él nos da la oportunidad de elegir cómo vivir. Podemos escoger, por la fe, el camino del bien y del amor que es fuerte. De modo tal, que ya no seremos humanos débiles y egocéntricos sino hijos de Dios, los vencedores: 
"A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (Juan 1:12, La Biblia). ¿Recibiste a Jesús? ¿Creés en su nombre? 
Dios te ama. Dios es bueno. Podés comprobarlo por vos mismo.

domingo, 1 de agosto de 2021

Transformados

Hay una transformación disponible para todos, gratuitamente. Tan rotunda que afecta todo el ser, toda nuestra vida y nuestro destino. Torna nuestra existencia en una vida significativa que trascenderá el tiempo. Si nunca lo experimentaste, hoy puede ser el día.

Dios es el único que puede hacerlo, y lo hace de manera evidente. Íbamos camino a la muerte, lejos de Dios, pero Él hizo posible que nuestro destino cambie.

Ese cambio interior se recibe creyendo en Jesús, reconociendo nuestra condición y necesidad. Es una experiencia tan radical que Jesús lo llamó "nacer de nuevo": Se nos concede una nueva naturaleza, "nacemos de nuevo". Tenemos un nuevo corazón y nueva vida. Somos hechos hijos de Dios, nuevas personas, para vivir como tales. Dios no hará desaparecer los problemas, pero nos da sabiduría para resolverlos. No nos evitará todos los momentos difíciles, pero nos acompaña y los convierte en oportunidades únicas. 

Esa transformación nos trae paz verdadera, indubitable. Se hace realidad de una manera contundente cuando depositamos nuestra fe en Jesús. Y percibimos claramente que es una paz celestial.

Sólo entonces conocemos el gozo de Dios, que se origina en Él, no en las circunstancias. Notamos que lo que nos sucede no determina nuestro gozo. La presencia de Dios con nosotros es la fuente de esa profunda alegría.

Tenemos vida eterna: desde que aceptamos a Jesús como nuestro Salvador y Señor, esa vida es nuestra. Ya la tenemos, porque es una promesa de Dios. Esta verdad impactante nos da una seguridad que desconocíamos hasta ahora. El Cielo es nuestro hogar para siempre. Dijo Jesús: "El que cree en mí, tiene vida eterna".

Si vos lo aceptás, lo podés comprobar.