sábado, 28 de mayo de 2022

Para todos

Si nos va todo bien en la vida, si no tenemos necesidades, vicios, ni enfermedades; si pensamos que logramos todo lo que nos propusimos, que lo tenemos todo, pero Dios no es parte de nuestra vida, ¡nos estaríamos perdiendo lo mejor! Si pensamos que ya está, no nos imaginamos, siquiera, cuánto nos falta. 

A menudo se piensa, erróneamente, que el evangelio es sólo para los pobres, enfermos y atribulados. Se supone que "si estamos bien" no es necesario escuchar sobre Dios. Nada más lejos de la verdad: si nos falta Dios, somos los más necesitados de los seres humanos. Aunque tengamos fortunas en las cuentas bancarias y bienes de todo tipo, propiedades, familia, amigos y fama. Si no tenemos a Dios a nuestro lado, en realidad, no tenemos nada. Suena fuerte, pero es real. Lo material, al morir, quedará aquí en la tierra. Cuando damos el corazón a Dios, lo tenemos todo: el mejor lugar que nos espera y el mejor futuro desde ahora.

Suele ocurrir que, quienes alcanzan éxitos y fama se sienten vacíos al llegar a una cima sólo para encontrar que eso no ha podido satisfacerlos ni hacerlos felices. Persiguieron la felicidad y esta se les esfumó en sus manos cuando creyeron al fin haberla alcanzado.

La vida en la tierra, puede superar apenas los 100 años. La eternidad, por definición, no tiene límite ni fin. La así llamada corriente "cesacionista" sostiene que, al morir, el individuo se sumerge en la nada y ya no es consciente, deja de existir en lo absoluto, no piensa ni siente. Pero, en verdad hay vida después de la muerte: una vida consciente, lógica, racional, porque nuestra persona, nuestra personalidad, nuestra alma, es inmortal. Podremos percibir, ver, sentir, pensar. Lo que vivamos en la eternidad depende de nosotros, de nuestras decisiones de hoy.

Somos libres para elegir nuestro futuro eterno. La Biblia habla del Cielo (un lugar de dicha eterna),  y del infierno (un lugar de tormento), por lo tanto, todos necesitamos escuchar con atención el mensaje de Dios.  Dios existe. Y es tan bueno que ya proveyó la salida para librarnos de nuestra propia maldad y nos preparó el Cielo.

Sólo pide que dejemos el mal, el pecado, y que creamos, que confiemos en Él. Hoy mismo, aquí y ahora podemos aceptar su perdón y su amor. Comprobalo por vos mismo.

lunes, 23 de mayo de 2022

Niños

¡Amo ver a los niños jugar! Su alegría compartida y desbordante,  el despliegue de ingenio y energía, las risas estridentes y espontáneas, ese disfrute máximo de cada momento, las ocurrencias simples y geniales... Son gemas preciosas y, aunque están aprendiéndolo todo, nos enseñan más de lo que imaginamos. Absorben, inquieren, aprenden, adquieren comportamientos y conductas que los van formando. Depende de nosotros, los adultos, potenciar esa riqueza innata, fomentar el desarrollo de sus virtudes y su potencial. Enseñarles a diferenciar lo bueno de lo malo, a elegir el bien, a adquirir hábitos sanos y disciplinas de vida. 

Todos aportamos algo de alguna manera a esas pequeñas personas en formación, tan susceptibles a la influencia, al entorno, a los demás, y tan pasibles de ser moldeados por nuestras palabras y nuestro ejemplo. Lo que aceptamos, aquello a lo que nos exponemos, todo lo que permitimos nos afecta y determina rumbos. De igual manera, lo que reciban impactará en su crecimiento y en su futuro. Moldeamos sus vidas, sí, pero ellos nos recuerdan lo que debemos recuperar: esas características, tal vez olvidadas, de nuestra niñez. La capacidad de asombro y de disfrute, de aprendizaje, de un perdonar y olvidar con rapidez, de esperar siempre lo bueno y "reír con el que ríe y llorar con el que llora". Y, por supuesto, confiar entrañablemente en Quien nos ama. 

Dios da un especial valor a los niños y, porque nos ama infinitamente, nos recuerda que debemos volvernos como ellos para entrar en su Reino, el Cielo, nuestro Hogar: "Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos." (Mateo 18:3, La Biblia, NVI.) Evaluar si conservamos esas virtudes de los niños nos ayudará a comprender cuánto nos falta cambiar aún. 
Te invito a recibir a Jesús en tu vida. Comprobarás que podemos nacer de nuevo y ser como niños, sin malicia, aunque maduros en la forma de pensar. Aceptar su amor transformador nos da un nuevo corazón y una nueva vida para siempre.

lunes, 16 de mayo de 2022

Que no se enfríe

Las circunstancias que se viven pueden hacer mella en el corazón, en el carácter y en las emociones. Muchas veces nos enfrentamos a la frustación, o más bien, a la decepción, cuando las cosas no son como consideramos que debieran ser, o cuando las personas simplemente no actúan como esperamos. Podemos elegir, y aun corregir, nuestra reacción. Podemos evitar que las situaciones nos hagan daño o nos condicionen de forma negativa. 
 
Que nada nos cambie para mal, que no nos hagan más duros, ni menos sensibles, que no nos quiten la esperanza ni nos lleven a dejar de dar oportunidades de cambio a otros.

La Biblia dice que al aumentar la maldad, el amor de muchos se enfriará.  Si el amor se enfría, opaca las emociones, diluye poco a poco la alegría y quita la fiuerza. No permitamos que eso nos ocurra. Si sos sensible al dolor ajeno, si sos empático, si te mueve el alma y te conmueve la necesidad de otros, si te anima a ayudar, no dejes que nada te quite esa virtud.

No cambies tu buen humor, tus motivaciones, tu alegría y tus ganas de hacer bien aunque lo que veas o escuches te decepcione. Hay esperanza si las personas que aman siguen amando, si seguimos haciendo el bien a pesar de todo y de todos; si no nos damos por vencidos. El granito de arena de millones de personas hace la diferencia. Y ante todo, hay esperanza si ponemos nuestra confianza en Dios, el Dios que nos ama y nos llena de amor por los demás. Si dependemos de Él, nuestro amor no se enfriará.

Así comprobaremos que cumplir con el segundo mayor mandamiento vivifica incluso nuestro propio corazón: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo".

lunes, 9 de mayo de 2022

Tendencia

Existe una tendencia cada vez más generalizada a justificar las malas acciones, quizás para evitar la culpa o las consecuencias. Se esgrimen argumentos que llevan a minimizar la importancia moral y los resultados de nuestras decisiones. Se tergiversan conceptos para adecuarlos a otros fines y excusar conductas inapropiadas. 

¿Será que nos sentiremos menos malos si minimizamos la maldad inherente a nuestros actos? Quizás. Pero el sentimiento no cambia la realidad. Algunos llaman a lo malo "bueno" y a lo bueno "malo". Sin embargo, eso no cambia su esencia intrínseca. Aunque se debatan los límites y se relativice la moralidad, no podemos negar que hay hechos y comportamientos delictivos y punitivos. Toda acción implica una consecuencia.

No obstante, no estamos solos y ni a la deriva. Dios, que nos conoce como nadie, que sabe de nuestras virtudes y bondades y también conoce nuestra inclinación al mal, preparó un plan para rescatarnos. Después de todo, ¿quién podría librarnos de nuestra propia maldad sino sólo Dios, el Dios que nos creó y que nos ama? Reconocer que necesitamos ayuda es el primer paso para vivir una vida libre de culpa y en una continua transformación que ennoblece el carácter y nos capacita para hacer el bien.

De tal manera nos ama Dios, que envió a Jesús, su Hijo, a salvarnos del pecado y de nosotros mismos, a liberarnos de esa tendencia innata a la maldad. 

Dios no rechaza a nadie que lo busque y pida su ayuda. Te invito a creer en Él, a confiar en Él, a hablar con Él. La vida cambia, nosotros cambiamos cuando conocemos a Dios y lo hacemos parte de nuestro andar diario. Comprobaremos, entonces, que la verdadera felicidad se encuentra cerca, se encuentra en Él, en amarlo y en hacer el bien.

lunes, 2 de mayo de 2022

Seguros

¿Podemos estar seguros de algo en este mundo inestable y volátil? Anhelamos certezas, quizás sin siquiera saberlo. Necesitamos sentirnos seguros para permanecer tranquilos y en calma. Parte de esa seguridad proviene de la estabilidad propia, y de las condiciones del entorno. Pensamos que necesitamos cosas -casa, auto, empleo, bienes- las cuales, no obstante, no garantizan nuestra total seguridad. La gente con quien compartimos el trayecto de la vida -familia, amigos, compañeros- nos rodean de afecto y con muchos de ellos podemos contar e incluso sentirnos seguros. Son un regalo de Dios en este acompañarnos mutuamente que nos brinda hermosas experiencias, pero hay una seguridad que, indudablemente, proviene de Dios y sólo Él puede darla. Tan cierto como que la criatura depende de su Creador. 
 
Las palabras de Dios aún resuenan inmutables. Él nos dejó escrito: "No temas, yo te ayudo". Él dijo y lo hará. Todo puede cambiar y variar a nuestro alrededor, pero Dios no cambia: permanece fiel, permanece invariable. El Dios que nos ama, Él es nuestra verdadera y eterna seguridad.
 
Nada es imposible para Dios. Él es todopoderoso. En Él estamos absolutamente seguros. Él único Dios, el Incomparable, el que nos ama con amor infinito. Somos muy amados, somos aceptados por la fe en Jesús.

Te invito a conocerlo de una manera personal e individual. Podrás experimentar esa certeza de ser muy amado y muy guardado por Él.