lunes, 5 de marzo de 2018

Acompañados

La soledad es uno de los males que azota al mundo. En este siglo XXI, más aún. Las multitudes no disminuyen la soledad. A veces la  aumentan. No por estar rodeado de gente se está acompañado. Muchas personas están juntas y se sienten solas. Muchos viven aislados en sí mismos. La tecnología nos acerca o nos aleja: depende de nosotros.

Dios, que nos ama,  es el único que puede liberarnos de la soledad. Esa soledad que enferma a muchos y les roba la alegría y la fuerza. Dios nos creó para vivir en compañía y disfrutar de la compañía. No obstante, el pecado nos separó de Dios, nos alejó de nuestro Creador, y nos hizo conocer la soledad: nos sentimos solos y vacíos. Nos falta algo que no podemos conseguir en ninguna parte: sólo Dios puede quitar ese vacío interior con su presencia, ¡con su maravillosa compañía! 

Por eso envió a Jesús. Jesús vivió, murió y resucitó para llevarnos de regreso al Padre, para darnos una nueva vida. Para que Dios sea parte de nuestra vida. Cuando le damos a Él la dirección de nuestro corazón, Él ordena todas las cosas, nos sana, nos bendice y nos libera de ese vacío que trajo soledad. 

Cuando aceptás a Jesús en tu corazón, como Señor y Salvador tu vida es inundada de paz y de propósito. Los vacíos desaparecen. Y ese sentimiento de soledad también. Cuando tenemos a Dios a nuestro lado, siempre estamos acompañados ¡y bendecidos! De esa manera, nuestro vínculos con otros serán más significativos: al estar con otros llevaremos la paz y la alegría con que Dios nos llena cada día. 

Mi anhelo es que encuentres a Jesús y disfrutes de su compañía, como Él lo prometió: "...les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo." (Mateo 28:20, NVI)