Dios, que nos ama, es el único que puede liberarnos de la soledad. Esa soledad que enferma a muchos y les roba la alegría y la fuerza. Dios nos creó para vivir en compañía y disfrutar de la compañía. No obstante, el pecado nos separó de Dios, nos alejó de nuestro Creador, y nos hizo conocer la soledad: nos sentimos solos y vacíos. Nos falta algo que no podemos conseguir en ninguna parte: sólo Dios puede quitar ese vacío interior con su presencia, ¡con su maravillosa compañía!
Por eso envió a Jesús. Jesús vivió, murió y resucitó para llevarnos de regreso al Padre, para darnos una nueva vida. Para que Dios sea parte de nuestra vida. Cuando le damos a Él la dirección de nuestro corazón, Él ordena todas las cosas, nos sana, nos bendice y nos libera de ese vacío que trajo soledad.
Mi anhelo es que encuentres a Jesús y disfrutes de su compañía, como Él lo prometió: "...les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo." (Mateo 28:20, NVI)