La alimentación, el trabajo, la
educación, la salud, son sumamente importantes. Muchos gobernantes e
instituciones pueden implementar mejoras en todo eso. Pero el transmitir una vida que es eterna, Dios lo ha concedido solamente a la Iglesia de Dios, por medio de Jesucristo: los hijos de Dios que hemos experimentado esa vida nueva.
Constituye un cambio radical de toda la existencia. Al hablarle de Jesús podemos conducir a la persona al inicio de una relación Padre-hijo con Dios, una transformación que revoluciona su vivir, otorgándole la vida eterna. Una vida que trasciende. Esto es más valioso que que toda la ayuda material que podamos brindar. Ninguna acción social, aunque válida y buena, se le compara.
Lo que llamamos "evangelizar" es llevar las mejores noticias que puede recibir un ser humano. Implica posibilitar la decisión que llevará a la vida eterna, a la satisfacción al alma, a propósitos impensados y a una existencia en plenitud.
Asistamos a los pobres, a los enfermos y necesitados en toda manera posible. Pero no brindemos solamente lo necesario para esta vida: compartamos el mensaje del evangelio. Que todos sepan que hay vida después de que partimos de esta tierra. Y esa vida está en Jesús: "El que cree en mí, tiene vida eterna", dijo Jesús (Juan 6:47).
Pan y vida. Vida verdadera y eterna.
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