Tiene suma importancia que nuestras obligaciones no sean causa del detrimento de nuestras relaciones. Si estamos tan ocupados que descuidamos un vínculo quizás debamos plantearnos realizar cambios. A nivel humano es importantísimo. En nuestra relación con Dios, es vital.
Nuestro Dios no es Alguien a quien debamos extrañar. Por el contrario, no dar lugar siquiera a esa posibilidad. Extrañamos a alguien cuando no estamos juntos, cuando estamos separados o no nos vemos con frecuencia. Dios es el centro y razón de nuestra vida. Nuestro Salvador, el Mejor Amigo, el confidente inmediato en la alegría y
en la adversidad. Él es quien me lleva a procurar vivir continuamente en su presencia. Nuestra cercanía debe ser continua, ininterrumpida.
Dios nos ama tanto que nos llama a vivir cada instante en su presencia, permitiendo que Él sea parte de todo nuestro vivir. Si lo hemos dejado de lado, pidamos su perdón y abracemos este vínculo trascendente que constituye el ser hijos amados de Dios.
"Dios mío y Señor, amigo fiel, ¡no quiero extrañarte! Quiero tenerte a mi lado en todo tiempo y que compartas mi vida. Quiero encontrarnos en oración todos los días, cuando vos quieras. Charlar de lo quieras, conversar y recibir de Vos esa amistad sin igual. Conocerte cada día más, parecerme a Vos cada día más, dejando esa mala manera de vivir que te entristece y viviendo como te gusta: de la mejor manera. Estás conmigo cada instante, pero miles de veces me ausenté de tu abrazo por llenarme de afanes y obligaciones...No quiero extrañarte, amado Jesús. Precioso Rey, que tu presencia sea mi mejor compañía para siempre!"