martes, 23 de noviembre de 2021

Palabra escrita

La palabra distingue al ser humano de los animales, así como el raciocinio, la voluntad, la emotividad y la capacidad moral. Más aún la capacidad de manifestarla por escrito. Su importancia es innegable. Su estudio, fascinante. Su evolución y su influencia, su carácter necesario, todo. Es muy interesante el impacto de la escritura en cada etapa histórica, en cada civilización y en cada nación. La relevancia de la palabra escrita, en cualquier formato, es indiscutible: libros, revistas, periódicos, folletos, enciclopedias; material informativo, didáctico y formativo. Instruyen, desarrollan el intelecto, abren el entendimiento, facilitan la comprensión, entretienen, aguzan la imaginación, capacitan, deleitan, enseñan, y mucho más.

La palabra escrita sigue siendo imprescindible aun cuando cambian las formas de comunicarla. Hoy en día tenemos acceso a clásicos en línea, e-books, formatos que en ocasiones comparten la edición impresa, bibliotecas completas digitalizadas. Incluso la interacción en las redes, en los chats, en los servicios de mesajería, requiere de la escritura, a pesar de la profusa producción de contenidos audiovisuales.

Dios nos ha dejado su Palabra por escrito: la Biblia. No es un libro como los demás, porque su Autor es Dios mismo. La Biblia es la Palabra de Dios, por escrito. Constituye un conjunto de libros inspirados por Él para darse a conocer a los hombres en todas las generaciones.

Su lectura no implica una mera influencia intelectual ni filosófica: su Palabra posee en sí el poder de Dios para transformar la vida de quien la reciba, para siempre. Solamente la Palabra de Dios tiene poder para darnos un nuevo corazón y un destino nuevo y glorioso.

Por eso, te invito a leer este Libro incomparable y único. Te aseguro que comprobarás que no es un libro más. En él encontrarás relatos, historia, poesía, leyes, preceptos y principios... Pero, ante todo, encontrarás a Dios de una manera personal, como nunca imaginaste y verás que el Autor de la vida es real y maravilloso. 

martes, 16 de noviembre de 2021

Ciudad

En un día poco típico de noviembre, mediando la tarde, en pleno centro de la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires.
.. El bullicio, ahora, callado. Los niños, en sus aulas. En el silencio preciado de la tarde se oyen pájaros que canturrean su mejor melodía, felices, compartiendo alegría. Desde lo alto, surgiendo entre los edificios, los árboles exponen todo su verdor, meciendo acompasadamente los nidos nuevos. Un cielo medio atípico en el noviembre sudamericano: nubes grises que surgen como un techo sobre los copos blanquísimos, "sombreados a pincel", acarreados por el viento del sur. El sol que se oculta y se asoma a intervalos y el aire fresco, casi demasiado, pintan esta tarde con matices de otoño.

La ciudad posee ese deleite de tener, a pocas cuadras del centro geográfico (de la Plaza Moreno), lugares tranquilos, casi barriales, de casas pintorescas y veredas centenarias en que se mezcla la historia citadina con lo contemporáneo. Plazas amplias, verdes, que invitan a salir de los departamentos y beber el aire fresco y renovado que hace bucles en las copas de los árboles. Un placer imperdible. 

Uno podría olvidarse del calentamiento global, a la espera de un verano cercano y distinto. Mientras, las potencias se reúnen y el mundo mira absorto algunos absurdos incomprensibles. Intereses, protestas, ecología exaltada, promesas no cumplidas, posibles soluciones que ya no lo son. En medio de todo eso, permanece la verdad irrefutable de que no estamos solos: Dios, que nos ha regalado este planeta repleto de belleza, nos acompañará por siempre si acudimos a Él. Nos brindará una hermosura mayor, un futuro inefable y la vida eterna. Él mismo lo hizo posible, por medio de Jesús, para todo aquel que cree en Él.

Lo que vemos aquí, en esta tierra, aun lo majestuoso, cuya belleza nos deja sin habla, es apenas una vislumbre sumamente tenue de las maravillas que Dios preparó para quienes lo aman y le creen. 

 
  

 

 

 

 

Fotos: Ciudad de la Plata (Bs. As., Argentina) 

Créditos fotográficos a quien corresponda

viernes, 12 de noviembre de 2021

Certezas

Todo estará bien. Es una promesa. Una certeza. Una certeza absoluta. Pero, ¿de dónde surge una certeza tal, que nada la puede quitar? ¿Podemos estar seguros?... Esa certeza proviene de la fe: Dios lo dijo, y para el que cree, para quien confía en Él, es suficiente. Dios no miente. De modo que no debemos tener miedo: "Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar" (Salmo 46, La Biblia).

Nada puede vulnerar la seguridad que hallamos en Dios; nada. Implica que podemos ser libres del miedo. Implica, además, que en verdad todo estará bien, porque no hay nada que pueda hacernos mal cuando estamos bajo la protección de nuestro Dios ¡que es Todopoderoso! De tal manera es así que Él lo dejó por escrito, para que no tengamos dudas de que así será: "Si Dios es con nosotros, ¿quién contra nosotros?", escribió el apóstol Pablo en su carta a los cristianos romanos. Constituye una verdad inmutable, porque Dios está con nosotros y de nuestro lado. 

No significa que no puede haber problemas, dificultades o incluso algún tipo de sufrimiento: significa que aun en medio de cualquiera de esas situaciones, Dios nos acompañará y hará que cada una de ellas redunden para nuestro bien, incluso en maneras asombrosas. Dios nos ama. Nos ama infinitamente. Si confiamos en Él, su gran amor nos libera de todo temor.

Esta y otras promesas de Dios que nos dan certeza absoluta, proveen una seguridad única a nuestra vida. Una seguridad tal que nada ni nadie podría igualarla.

Te invito a conocer a Jesús, a Dios, en verdad, para que puedas experimentar esa certeza de ser muy amado, muy aceptado y muy guardado por Él.  ¡Podemos vivir confiados! Absolutamente.

domingo, 7 de noviembre de 2021

Sin politizar

Rumbo al verano, otro verano diferente. El próximo se acerca con tintes de pandemia residual. Todo parece ir retomando su ritmo habitual. Ciertamente quisiéramos olvidar la pandemia como algo que quedó atrás. Aun así, sigue siendo un tema de peso en medio de un ambiente politizado por la cercanía de las elecciones en nuestro país. ¡Ah! Pero hay esperanza. Y no es una promesa liviana de campaña política: es promesa de Dios. Él no está ajeno a nuestra vida diaria. Él es nuestra ayuda en todo tiempo.

Dios interviene por amor a la humanidad en la historia de la humanidad. Podemos confiar en Él sin dudar. No estamos inmunes al clima político de nuestra nación. Tampoco debemos ser indiferentes. Podemos ser parte activa en el rumbo político por medio de la oración: como cristianos, tenemos un mandato de Dios de orar por los gobernantes y por la nación. Bendecimos a nuestra gente, a nuestros gobernantes, nuestra tierra, para que se vuelvan al Dios creador de todo lo que existe. Para que sus vidas sean transformadas, primeramente, pero también para que sean instrumentos de bien en las manos de Dios a fin de asegurar la paz, la seguridad, el orden y la justicia de una manera real.

Dios tiene el control de los tiempos, puede desbaratar los planes de los malvados y confundir los designios de los perversos que procuran hacer mal a otros. Confiemos en la soberanía y en la justicia de Dios que es perfecta y clamemos por nuestra nación. En tiempos cruciales, el mandato bíblico de orar por los dirigentes y por los que vendrán se torna, además, un deber moral. 

Nunca dejemos de confiar en Dios quien gobierna la historia, a pesar de todo, y a pesar de la insistencia humana en alejarse de Él. Una nación que reconoce a Dios será bendecida y en verdad próspera.

lunes, 1 de noviembre de 2021

Acceso

Hoy en día tenemos muchas claves de acceso, casi para todo. Códigos de accesos o claves privadas, personales, podríamos decir secretas. Reconocimiento facial, huellas digitales... Incluso para entrar a nuestro hogar tenemos diferentes formas de acceso: llaves diversas, tarjetas magnéticas, códigos.

El Cielo estaba cerrado para el ser humano desde que se alejó de Dios. No podíamos acceder a él por causa del pecado, porque es un lugar de felicidad eterna, pero también un lugar santo. No puede ingresar el mal allí en ninguna manera. 

¿Sabías que Jesús hizo posible el acceso al Cielo? ¡Y ese acceso, no es secreto! Más aún: es libre, gratuito y debe ser proclamado en todo el mundo: Tenemos libre acceso al Cielo por la fe en Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios.

El amor infinito de Dios nos dio libre entrada al Cielo para siempre, por la fe, para todo aquel que crea en Él, para todo el que quiera recibirlo.

Jesús vino a rescatarnos. Dio su vida por nosotros. Nos pide que creamos en Él. Que elijamos la vida. Que dejemos lo malo y sigamos lo bueno en obediencia a la Palabra de Dios, la Biblia.

Dios permanece atento a nuestra vida y a nuestra historia. Dios nos ama. Nos sigue amando a pesar de todo y nos llama para que volvamos a Él, para volver a tener esa relación tan cercana que el ser humano tuvo con Él desde el Edén. Dios mismo hizo posible el reencuentro, el perdón, la reconciliación y la paz por medio de Jesucristo. Todo eso, y más, está disponible, libremente, para todo aquel que quiera recibirlo.

“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes” (Romanos 5:1-2).

Comprobalo por vos mismo.