Dios interviene por amor a la humanidad en la historia de la humanidad. Podemos confiar en Él sin dudar. No estamos inmunes al clima político de nuestra nación. Tampoco debemos ser indiferentes. Podemos ser parte activa en el rumbo político por medio de la oración: como cristianos, tenemos un mandato de Dios de orar por los gobernantes y por la nación. Bendecimos a nuestra gente, a nuestros gobernantes, nuestra tierra, para que se vuelvan al Dios creador de todo lo que existe. Para que sus vidas sean transformadas, primeramente, pero también para que sean instrumentos de bien en las manos de Dios a fin de asegurar la paz, la seguridad, el orden y la justicia de una manera real.
Nunca dejemos de confiar en Dios quien gobierna la historia, a pesar de todo, y a pesar de la insistencia humana en alejarse
de Él. Una nación que reconoce a Dios será bendecida y en verdad próspera.
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