lunes, 30 de enero de 2023

Evidencias

Tenemos mucho de pragmáticos y materialistas. Tal es así que hay quienes rechazan de plano lo que les parezca que no pasará "el tamiz de la razón". Hay quienes necesitan "ver para creer". Necesitan evidencias, hechos, testigos. Consideran, erróneamente, que el creer en Dios es algo irracional o que la fe en Dios se contrapone a nuestro raciocinio. Sin embargo, hay mucha evidencia (sí; evidencia) disponible para el que quiera examinarla sinceramente en su consideración acerca de la existencia de Dios.

Hoy, más que nunca antes, tenemos mucha información que corrobora los relatos bíblicos acerca de Dios, del universo y de la historicidad de los orígenes del cristianismo. La arqueología, la historia, la literatura, la geología, la astronomía,  hasta la filología y la ciencia en general nos brindan evidencias y certezas de la existencia de Dios, el Creador de todo, y confirman la veracidad de su mensaje escrito, la Biblia.

La fe en Dios no es contraria a la razón; ésta confirma la evidencia. Lo comprobaremos si somos sinceros en la búsqueda. Más aún, el intelecto nos ratifica la verdad de la fe cristiana. Dios nos invita a creerle y a creer su Palabra y nos asegura que somos muy dichosos si podemos creer sin "ver". Aun así, nos dejó esas pruebas que muchos necesitan porque sabe de antemano que la naturaleza humana demanda evidencias.

¿Necesitás evidencias para creer? ¡Las hay! Te animo a que las busques, las examines con tu mente y corazón, que uses la razón y el pensamiento crítico, pero con el deseo sincero de conocer la verdad. Sin lugar a dudas podrás comprobar que el Dios creador que nos dio el intelecto y el raciocinio no se esconde de los que le buscan.

miércoles, 25 de enero de 2023

El Inmutable

La implementación de la tarea informativa ha cambiado mucho con el curso de los años, mayormente debido al aumento, a veces incontrolable, del caudal de información que nos llega a diario. Gracias a la globalización de los medios el flujo de información es incesante. Se ha requerido de la especialización a fin de poder procesar y ordenar la información. Lo vemos incluso en la comunicación social, con el surgimiento del periodismo especializado con enfoques en la economía, la política nacional e internacional, el deporte, el ámbito de espectáculos, la salud, los hechos policiales, etc. 

Los cambios acelerados llevan a una constante capacitación y actualización, ya no sólo en medicina, ingeniería, o informática, sino también en las ciencias sociales y hasta en las llamadas ciencias exactas. La saturación en línea puede resultar abrumadora. Percibimos que todo cambia y cambia de manera vertiginosa.  

Se dice que el mar nunca es el mismo: siempre cambia, siempre está cambiando. Todo y todos estamos sujetos a cambios. En este contexto se vuelve más grandiosa esa realidad que no todos conocen: Dios no cambia. Lo creado está en continuo cambio, pero el Creador es inmutable y eterno. 

Para los que creemos, la inmutabilidad de Dios es una fuente de gran consuelo, porque Dios es amor: el Dios que nos ama no cambiará de parecer. Sus promesas se cumplirán porque Él no cambiará de opinión: lo que dijo, lo hará. Podemos confiar en Él y en su Palabra. No es como el ser humano que cambia de humor y de opinión y que miente. Él es el mismo, ayer y hoy y para siempre.

En este mundo de cambios continuos resuena la fidelidad de Dios que dijo: "Yo no cambio... con amor eterno te he amado". Y:  "Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo..." Su amor, su perdón, su paz, están disponibles para todo el que quiera recibirlo por la fe, aquí y ahora. 

Dijo Jesús: "Yo estoy con ustedes todos los días..." Podemos estar seguros de que Él no cambiará de opinión: está con nosotros todos los días. Y: "El que cree en mí, tiene vida eterna". Él no ha cambiado de opinión. Si creés en Él tendrás vida eterna.

viernes, 20 de enero de 2023

Amistad

En este sorprendente siglo XXI, era de la informática y la información, en que podría decirse que el humanismo  y el materialismo han prevalecido sobre la espiritualidad, encontramos que, como en toda época de la historia, el ser humano sigue buscando a Dios. Podemos apreciar esa búsqueda incluso en el resurgimiento de corrientes de ocultismo y filosofías de la llamada Nueva Era, como supuestas alternativas hacia la espiritualidad. No obstante, no es lo mismo seguir esas corrientes que buscar a Dios. Podríamos graficar esas corrientes como bifurcaciones que se alejan de la meta buscada en vez de acercarnos a ella. 

El camino es claro y evidente, aunque no fácil: Se requieren decisiones personales para seguirlo a pesar de que se nos ofrezcan múltiples y diferentes opciones para apartarnos de él. Dios, el Dios verdadero, Creador de todo, no se oculta ni se rodea de oscuridad. Tal es así, que Él mismo se ha revelado a la humanidad y ha dispuesto el Camino para encontrarlo. Incluso lo ha dejado por escrito para todo aquel que quiera venir a Él.

La voluntad de Dios es que podamos conocerlo y vivir en amistad con Él. Sí, amistad.  Dios es amor. El Dios Todopoderoso y Santo se acercó a nosotros, nos amó primero, aunque no lo conocíamos y propició el librarnos de nuestra propia maldad, transformar nuestro ser y posibilitar una relación personal con Él.  Nos ama de tal manera que envió a Jesús, su Hijo, para darnos acceso a Él y rescatarnos de la vana manera de vivir. Todo aquel que cree en Él recibe, por la fe,  el conocer a Dios y todo que ha preparado para nosotros.

¿Conocés a Jesús de manera personal? ¿Conocés a Dios? ¿Has experimentado esa grandiosa relación diaria de amistad con  Él? Hoy mismo podés tomar la decisión de creer en Él y recibirlo en tu vida para siempre.

sábado, 14 de enero de 2023

Cristales

Se dice que “Las cosas son del color del cristal con que se miran”. Depende de nuestra perspectiva, de nuestra forma de pensar, e incluso del papel que tienen los sentimientos en nuestra percepción. No siempre podemos ser tan objetivos como quisiéramos. El estado anímico, físico y emocional afecta la manera en que vemos el contexto que nos rodea. A veces vemos a través de cristales opacos o lentes oscuros; otras, con más claridad. El cansancio puede quizás opacar nuestra realidad. La preocupación, distorsionar nuestra visión. La ansiedad, levantar una bruma. Si nos sentimos optimistas vemos tan claro "el vaso medio lleno", y si nos desanimamos tal vez no veamos nada, ni siquiera la salida. ¿De qué color estamos viendo las cosas, la vida? Quizás debamos sacudirnos los sentimientos negativos, despejar la razón de argumentos vanos y limpiar el corazón otra vez.

Es muy fácil sentirse abrumado ante la realidad que nos rodea.  Somos influenciados por el entorno y las circunstancias. Nos puede nublar la mente, la mirada y opacar el día. Tenemos la facultad de decidir sacudirnos ese polvo y mirar con una perspectiva diferente: Dios tiene un propósito bueno en todo lo que hace. Él diseñó nuestros días y tiene el control de nuestra vida si se lo pedimos. Permitamos que Él ajuste el enfoque de nuestros pensamientos. Cuando miramos “con sus cristales”, con su perspectiva, las cosas son distintas  y nítidas. 

Hablar con Dios, contarle lo que pasa, lo que vemos, cómo lo vemos, limpiará nuestra forma de ver, quitará oscuridad, y podremos pensar claramente. Se disiparán las preocupaciones y los temores agazapados desaparecerán. Cuando Dios interviene renueva la mente, las fuerzas y nos da la actitud correcta para afrontar todos los desafíos nuevos. 

Dios, que hace cada día para nosotros, está dispuesto a acompañarnos. Podemos confiar en su amor y en su ayuda. Sin lugar a dudas, confiar en Él es una sabia decisión. Transitar cada tramo con Él vivifica la esperanza y genera expectativa, claridad y alegría.

martes, 10 de enero de 2023

Justicieros

Todos nos indignamos ante situaciones de manifiesta maldad o injusticia. Hay algo que se rebela dentro de nosotros cuando vemos lo injusto. Buscamos ayudar al débil, al oprimido, al herido o necesitado. Nos surge una "ira santa" efervescente... Incluso hay quienes se vuelven justicieros y hasta quienes quisieran hacer "justicia por mano propia", pero eso es una venganza disfrazada de justicia. La justicia y la venganza se contraponen. No somos jueces ni ejecutores. Existen las autoridades designadas a tal fin.

El anhelo de justicia es un indicio de que todavía el bien se levanta en favor del que sufre. Permanece un sentido moral, de integridad y rectitud. Cuidemos que "en ese celo por el bien" nuestro corazón no se vuelva demasiado justiciero, al punto de "pagar mal por mal". Desear el mal "a los culpables" no es justicia. Justicia es que reciban la retribución debida conforme a sus hechos, no más. Si se diluyen los límites, desaparece la justicia y surge la venganza, el accionar desde la ira humana. Ahí corremos el riesgo de caer en el mismo torrente de mal condenamos con tanto fervor.

¿Cómo reaccionamos ante esas vidas arruinadas por la maldad? Obviamente, nos solidarizamos con las víctimas. Pero, ante los culpables, ¿cómo actuamos? ¿El repudio social por sus actos es suficiente? La condena social es buen indicio, si no se sale de cauce. La Justicia es la que debe dictaminar y ejecutar lo que corresponde. Los jueces dicten sentencia. Los culpables reciban la condena conforme a la justicia retributiva. Porque, si dejamos que la ira nos inunde por completo al punto de desear más mal al culpable que su condena legal, no estamos siendo justos. Solamente vengativos. 

Nuestra indignación debe tener un límite. Que al saciar nuestra sed de justicia no apaguemos la misericordia en nuestro corazón. 

Que podamos mirarnos a nosotros mismos y examinarnos. Dios nos dijo: "No seas vencido por lo malo. Vence con el bien el mal". Vencer con el bien. De eso también se trata la justicia. De eso se trata también el ser cristiano.

miércoles, 4 de enero de 2023

Dulce como la miel

Por lo general nos gusta tomar nuestras propias decisiones y, unos más que otros, somos bastante individualistas, por lo que, cuando debemos sujetarnos a preceptos de otros, lo consideramos con atención. No obstante, si nos referimos al ámbito de trabajo, a una empresa o a una institución, la única opción es la sujeción a las normas impuestas. Se requiere de ellas para garantizar el desempeño eficaz y el funcionamiento adecuado. Con buen ánimo algunos, a regañadientes o resignados, todos seguimos las reglas establecidas en el ámbito en que nos movemos, estudiamos o trabajamos. Lo que suele determinar la diferencia es, si nos parecen buenas o no.

Sabemos que las normas de convivencia sana son necesarias y buenas. Las aprendemos de nuestros padres en el hogar y al crecer forman parte de nuestro carácter y de nuestros  valores. Cuando entendemos su importancia, la obediencia a esos principios suele no ser difícil e incluso surge voluntaria y espontánea.

En el universo y en la naturaleza hay orden, leyes y límites establecidos por Dios a los cuales se sujeta toda la creación. Asimismo, Dios determinó preceptos para la vida, que conducen a nuestro propio bien y al bien común. Comprender esa verdad nos permite seguirlos sin que sea una imposición, incluso con alegría. ¿Por qué? Porque son buenos y, por lo tanto, agradables.

Dios lo dejó por escrito: La Biblia dice que sus preceptos son justos y agradables, dulces "como la miel". ¿Cómo es posible? ¿No es verdad que las reglas son restricciones severas y cuesta obedecerlas? Algunas de origen humano, quizás sí. Aun así, en esta cuestión de la obediencia, solemos reaccionar como el erizo, sacando "púas para afuera", a la defensiva, sin razón. Pero, cuando comprendemos cabalmente que lo que Dios dispone tiene un propósito de bien, vemos que es agradable y que obedecerlo no resulta amargo, sino "dulce". Dulce como la miel...

Podemos descubrir, quizás con gran asombro, que la obediencia a Dios se disfruta realmente, y no es una carga lúgubre impuesta. Si obedecemos las directivas de Dios es un deleite, porque sabemos que redunda en un bien mayor de lo que imaginamos, para nosotros y para los demás. Sin lugar a dudas, obedecer a Dios confiando en su amor y en su bondad nos hace descubrir la dulzura de lo bueno.