lunes, 25 de octubre de 2021

Mudados

Buscamos, como humanidad, superarnos, cambiar. Producimos de todo, libros de auto ayuda y teorías utópicas de que el hombre puede mejorar por sí solo... aunque la historia misma nos muestra lo contrario. Muchas veces queremos hacer el bien, pero hacemos el mal que no queremos. Sabemos que el bien ennoblece, gratifica, dignifica. No obstante, tenemos por naturaleza indefectiblemente una inclinación al egoísmo, al mal. Hallamos que no somos capaces por nosotros mismos de hacer siempre lo bueno. Y eso conlleva consecuencias. Lo sabemos. ¿Podremos cambiar, ser mudados en personas que amen y hagan lo bueno, alcanzar esa anhelada y exitosa plenitud? La decisión es nuestra.
 
Somos seres con propósitos, con propósitos de bien y de vida. Fuimos creados para el bien. Tenemos un deseo innato de superación, de desarrollar nuestras aptitudes y habilidades, de crecer, de avanzar en un continuo crecimiento integral de nuestra persona. Así fuimos creados por Dios. Pero, la desobediencia que llevó a la humanidad a alejarse de Él, trajo consecuencias perdurables en el tiempo. Y no sólo eso, sino que impactó en ese plan maravilloso que Dios tenía con su creación. Ya nada sería igual. ¿Hay solución? ¡Sí! La hay. Dios, que nos ama infinitamente, se encargó de propiciar una salida. 

Dios proveyó lo necesario y cada día nos da oportunidades para volver a Él y ya no ser iguales. Su poder nos capacita para hacer el bien. Nos ayuda para no ser vencidos por lo malo y para abocarnos a ese plan original que Él preparó. El amor de Dios nos cambia y nos transforma.

Muchos piensan que Dios es malo o severo. Él podría habernos dejado a la deriva sufriendo las consecuencias de nuestra mala decisión. Pero Dios es bueno y nos ama de tal manera que envió a Jesús a rescatarnos y darnos verdadera vida. Por medio de Él somos mudados en una nueva persona que ahora tiene el poder que Dios da para vencer, con el bien, al mal. Eso significa que podemos ser personas íntegras, con un carácter nuevo y propósitos nuevos; con un nuevo corazón y una mente renovada por Dios.

Su gran amor todo lo puede. Incluso hacer de simples pecadores, hijos de Dios que viven con una integridad incomprensible en medio de un mundo corrupto. Dios nos ama y nos hace vencedores, si elegimos creerle y obedecerle. Comprobalo por vos mismo.

miércoles, 20 de octubre de 2021

"Lo tengo todo"

Cuando hablamos del mundo actual y consideramos los logros, los avances impensados, a la vez, vemos la contraparte: la contaminación, la decadencia, la pérdida de valores importantes. Solemos aseverar que "En este mundo hay mucho que cambiar". No obstante, el cambio radical debe llevarse a cabo en mí, en vos, en todos, y lo demás sería una consecuencia lógica de nuestro cambio interior.

El mayor anhelo del alma es el bien, podríamos afirmarlo sin dudar. Hay un anhelo profundo por lo bueno. "Ser humanos de verdad", "más humanos". Ser mejores.  Pero, sabemos que no es suficiente anhelar. Las decisiones son las que propician los verdaderos cambios. Tenemos la oportunidad de decidir todos los días porque Dios mismo dispuso la manera.

Si nos examinamos y reconocemos nuestra condición, podremos cambiar, acudiendo a Dios. Es necesario reflexionar y admitir las carencias, porque, dicho sea de paso, podemos tener suficiente de todo, vivir en abundancia, y aun así tener carencias en el alma. 

Seguramente, podemos pensar que está todo bien, (y ¡gracias a Dios si es así!) y tal vez nos creamos felices. Pero, si no tenemos una relación personal con Dios, en realidad todavía no conocimos la verdadera felicidad. Tener todo lo demás y no tener a Dios en la propia vida, es como no tener nada. Pero, a no desesperar. Dios mismo proveyó la solución a esa necesidad vital. Él es nuestra ayuda.

Para afrontar eas realidad debemos ser sinceros con nosotros mismos. No escudarnos en frases hechas como "No necesito nada. Tengo todo lo que quiero". Puede ser que estemos cómodos, que tengamos un buen pasar, ¡pero hay más! Y eso que falta, no se consigue con esfuerzo propio o mérito: necesitamos a Dios. Sí. Aunque no nos falte nada, aunque estemos bien, necesitamos a Dios. Hay muchas cosas que no te imaginás y que Dios preparó para quienes lo amamos.

Dios hará lo que no podés: tener un nuevo corazón y una vida en la que conocerás una dicha impensada. Te darás cuenta de que te estabas perdiendo lo mejor. Conocerás el amor de Dios que lo transforma todo y que nos da la vida interminable. ¿Cómo? Confiando en Él. Creyendo en Él. Reconociendo nuestra carencia, nuestros pecados y buscando su perdón. Por la fe en Jesús somos hechos hijos de Dios.

Si creés en Jesús, si lo aceptás, te darás cuenta de que te faltaba lo mejor. Porque nada que podamos poseer en este mundo se compara con conocer a Dios y ser su amigo. Comprobalo por vos mismo: animate a creerle. "Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (Juan 1:12)

viernes, 15 de octubre de 2021

La Fuente

Hay muchas historias, leyendas y películas que muestran al hombre en busca de la inmortalidad, de "la eterna juventud", del vivir para siempre. Más allá de la ficción, lo cierto es que todos anhelamos vivir y ser felices. 
Vivimos en una sociedad consumista que nos pinta que la felicidad es asequible conforme tu capacidad adquisitiva, la magnitud de tus bienes o tu cuenta bancaria. En algún punto de la historia se nos confundieron los conceptos. 
Mientras más avanzamos y mientras más generamos productos innovadores, más adictos nos volvemos a ellos. Abarrotarnos de cosas no nos hará felices. Obviamente, no está mal adquirir bienes, valerse de los adelantos tecnológicos y productos que nos permiten una vida mejor y disfrutar de lo que tenemos. Lo malo está en que pongamos en ellos la causa de nuestra felicidad.

Dios anhela darnos un corazón nuevo que pueda amar de tal manera, que lo material no obstaculice nuestra alegría. Porque ésta, a veces, se halla condicionada por la economía y fluctúa, como fluctúa la economía. Dios quiere darnos ese gozo suyo que nadie lo puede quitar, que no depende de las circunstancias. Él es en verdad bueno y generoso. Quiere ayudarnos y lo hará si se lo pedimos. Pero quiere que sepamos que la Fuente de nuestro gozo y alegría es Él. Dios es la Fuente de nuestra felicidad y de nuestra vida.
 
Quizás pensemos mucho en lo que Dios puede darnos, mientras que Él quiere bendecirnos de manera integral. No sólo con cosas pasajeras, como abrigo, sustento, salud, prosperidad, un buen pasar, un buen vivir. Él quiere bendecirnos para siempre. Quiere transformar nuestro corazón... Lo demás, nos lo dará como un regalo.
 
Fuimos creados para ser felices. Solamente en Dios, nuestro Creador,  hallamos la felicidad verdadera. Él es la Fuente, el origen de todo lo bueno. Creámosle a Dios. Creamos en Jesús y habremos encontrado la dicha imperecedera y la vida eterna.
¿Ya lo comprobaste? Si no, te invito a que hables con Dios, a que lo conozcas y tengas una relación personal con Él. Te darás cuenta de que fue la mejor decisión de tu vida.

domingo, 10 de octubre de 2021

Legados

¿Has pensado en tu legado? ¿Y en la naturaleza de tu legado? 
De alguna manera, todos dejamos un legado de alguna clase, ya sea forjado intencionalmente, o adquirido mediante conductas y decisiones. El resultado de esa suma de decisiones, el balance de un arduo trabajo, la consecución de objetivos planificados y anhelados. En resumidas cuentas, la consecuencia de nuestro paso por esta vida.

Admítase o no, nuestra vida es un andar que deja huellas. Ya sea con nuestras palabras o nuestros silencios, con nuestras acciones o abstenciones, dondequiera que estemos, influenciamos. Impactamos a quienes nos rodean y esa influencia afectará, a su vez, a otros. Depende de nosotros que dicha influencia sea buena, noble y digna.

Quizás no pensamos en ello a menudo, pero, todos tenemos una historia personal que escribimos a diario, sin darnos cuenta. Con aciertos y desaciertos, fracasos y superaciones. Esa historia será parte de nuestra herencia.

Interactuando, aprendiendo, desarrollando capacidades y asumiendo riesgos, crecemos, maduramos, somos nosotros mismos. Así vamos determinando nuestro rumbo, dejando una marca que puede convertirse en un legado.

Cuando entregamos nuestra vida a Dios, Él nos guía para cumplir sus propósitos y alcanzar las metas que Él fijó. Nos dirige y transforma nuestra vida en una herencia bendita para otros.  

El legado indeleble y perdurable para las siguientes generaciones, es el que Dios preparó de antemano. El mayor, el que acerca a los hombres a Dios y que imparte su amor que salva.

El anhelo de Dios es revelar su amor a los que están lejos y a los que están cerca. Podemos sumar nuestra vida a ese propósito sublime, haciendo que cada día cuente, construyendo no sólo nuestra herencia material y familiar sino un legado espiritual que trasciende el tiempo y las personas. 

Cumplir la misión de mostrar a otros el Camino que nos lleva a Dios y formar vidas que prosigan con ella; transmitir la vida de Cristo a las nuevas generaciones, capacitándolas así para impactar el mundo que les tocará presenciar; vivir la Verdad de Dios en el amor de Dios mostrando que con Él es posible una vida íntegra... En fin, un legado espiritual que cimente las vidas en la Palabra de Dios, siempre serán el mayor legado.

miércoles, 6 de octubre de 2021

Cimiento inamovible

Ciertamente en este mundo todo es pasajero. Incluso lo que pareciera estable y seguro siempre es pasible de modificaciones. La inmensidad de la internet es comparable a su propia fragilidad. El planeta, nuestro hábitat, está en continuo cambio. En tanto, procuramos vivir seguros, inmersos en las inseguridades de toda clase que nos rodean. Aun así, existe un fundamento firme, que no es pasajero, en el cual se desvanece la inestabilidad y todo temor.

Cuando ponemos nuestra confianza en Dios y creemos en Él, podemos descansar en que todo estará bien. Y no es una mera suposición ni una declaración positiva. Es una verdad bíblica. Tenemos en Dios un lugar inexpugnable adonde acudir, una fuente de seguridad inagotable; un ancla segura del alma que nos llena de inexplicable paz. 

Dios es nuestra defensa imbatible, refugio nuestro, nuestro guardador. Solamente en Él hallamos ese cimiento firme y eterno, inamovible, que sustenta nuestra vida hoy y para siempre. Sólo en Dios podemos vivir confiados. Realmente.

Dios está más interesado en nosotros de lo que imaginamos, porque nos ama de verdad. Envió a su Hijo, Jesús, para que por medio de Él podamos conocerlo y confiar en ese amor transformador y poderoso. Él persiste en buscar que entendamos cuánto nos ama, cuánto quiere compartir nuestra vida, y ayudarnos.

Aunque no lo creas, aunque no lo sientas, Dios es real. Nos creó libres para poder elegirlo por amor. Él te conoce desde antes de que nacieras. Siempre ha estado cerca de vos, dispuesto a ayudarte. Respeta tus decisiones y nunca te obligará a que lo aceptes: quiere que vos decidas libremente. Podés elegirlo hoy y ahora mismo. Sin lugar a dudas, verás que con Dios la vida es distinta, con paz, llena de desafíos y aventuras pero con una seguridad que nunca antes conociste.

"A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (Juan 1:12).

viernes, 1 de octubre de 2021

El Incomparable

Quienes buscan a Dios hoy en día se encuentran con muchas y diversas propuestas de índole espiritual. La cuestión es que, el hecho de que algo sea supuestamente "espiritual" no significa que provenga de Dios. ¿Cómo saber lo que es realmente de Dios? 
 
Muchos fundadores de sectas y otras religiones pretenden compararse con Jesús, pero olvidan que ellos son sólo humanos. ¿Cómo podrían los mortales compararse con el Hijo de Dios? No existe comparación posible. Ellos murieron y siguen muertos. Pero Jesús, murió y volvió a vivir; murió en la cruz para salvarnos y resucitó. Vive para siempre. Él no es un simple mortal. Es el Hijo de Dios que vino a mostrarnos a Dios y a darnos la posibilidad de ser hechos hijos de Dios, por la fe.
 
Dios nos dejó su palabra escrita, la Biblia. En ella lo encontramos. Él se da a conocer para que sepamos cuál es el verdadero Dios que da vida eterna. Esa vida está en su Hijo, Jesús, el Cristo.

"¿Con quién me compararán? ¿Quién es igual a mí?", pregunta Dios mismo (Isaías 40:25, NTV). No hay lógica en comparar al Creador con  su creación. Por eso, Él  habló a la humanidad y lo dejó por escrito, para que nadie se confunda. Todo el que busque a Dios lo encontrará en su Palabra.

Él es el Hacedor; nosotros su creación:  creados con un propósito. "Somos la obra maestra de Dios. Él nos creó de nuevo en Cristo Jesús, a fin de que hagamos las cosas buenas que preparó para nosotros tiempo atrás. (Efesios 2:10, NTV).

¿Ya lo conocés? ¿Conocés a Jesús? Si no, te invito a acercarte a Él, creyendo y confiando en su gran amor. Verás que indudablemente, nada ni nadie pueden compararse a nuestro Dios, el Incomparable.