domingo, 19 de julio de 2015

Empatía

¿Qué hay detrás de los enojos, las molestias, los rezongos, la tristeza y la amargura? Es una buena pregunta para tener en cuenta cuando nos ofenden, nos atropellan (verbal,  física o emocionalmente) sin causa alguna. Lo primero que puede surgir en nosotros es la reacción. Pero, ¿vale la pena que reaccione? ¿Qué lo lleva -o la lleva- a actuar de esa manera? Creo que muy pocas personas actuarían de esa forma sólo porque sí, “de pura maldad”, como suele decirse. El resto de los humanos generalmente actuamos basados en un motivo subyacente, sumado o no, a una “reacción en cadena” de otros tantos motivos que quizás no sean perceptibles para todos. Y lo único que vemos es el estallido externo.

Antes de reaccionar nos conviene deternos un instante que nos permite “tomar el control” de nosotros mismos y de la situación (y ser “proactivos”). Evita que devolvamos golpe por golpe, palabra por palabra. Permite la oportunidad de actuar con empatía. Podemos ponernos un momento en el lugar del otro, y pensar que realmente algo le ocurre, que no es visible, pero que lo está moviendo abruptamente a actuar de manera irreflexiva, indebida y descortés.

Si tomamos un momento para no ser “reactivos”, seguramente se nos pasará ese impulso inicial de “devolver” la palabra, el gesto o la actitud. ¡Eso ya es en sí mismo todo un triunfo! Y es muy probable que la otra persona se calme, al ver que no agredimos. Estaremos ayudándole a encontrar paz en medio de su propia dificultad. Por eso, antes de reaccionar instintivamente, tomemos un instante. Eso marcará una gran diferencia, y será un gran beneficio para nosotros y para los demás.