Sigamos adelante disfrutando cada trayecto. Y vivamos con alegría pero sin evadir los momentos agridulces. Más allá de las emociones y los sentimientos, la alegría de la vida y del trayecto debería motivarnos a descubrir esos nuevos proyectos que todavía nos esperan en algún lugar. Si estamos vivos es porque hay camino por delante todavía. Todavía hay razones, hay motivos, hay trayectos por recorrer. Hay un plan que aún falta culminar, hay gente que alcanzar, hay buenas obras por hacer, hay amor que dar, hay ayudar que prodigar, esperanzas y abrazos por compartir todavía y mucho más.
Todos nacemos con propósitos eternos: el primero es conocer a Dios. El Dios que nos ama, el Creador. Y los demás propósitos se irán cumpliendo en el caminar diario, en el compartir a diario con otros. Los objetivos personales, la familia, el trabajo, la carrera, la profesión, los planes nuevos... todo está inmerso en el propósito eterno con el que nacimos. Porque no nacimos por casualidad, ni somos "casualidades" en este mundo.
Que todos puedan conocer a Quien trazó el camino que recorremos, a Dios, que nos da la vida. Y así entenderemos mucho más el por qué y el para qué de cada día.
¡Jesús te ama! Nunca lo olvides...