Todos necesitamos lo eterno que no tenemos, lo que da sentido y propósito a nuestra existencia terrenal. Podemos tenerlo todo y carecer de lo más importante: esa bendita eternidad llenando nuestros corazones. Dios mismo restaurando nuestra vida.
Proclamamos que esa transformación es posible incluso hoy mismo. Aquí y ahora. Proclamamos el amor de Dios que salva y que en verdad transforma. El único que quita toda carencia del alma.
El mensaje que proviene de Dios mismo y que nos revela los porqués y el paraqué. Que nos habla de ese Dios poderoso y real que nos ama con amor infinito. El Dios bueno y verdadero que envió a Jesús a rescatarnos de toda maldad, nos ofrece esa eternidad anhelada.
Podemos recibirla por la fe en Jesús, el Hijo de Dios. Él dijo: "El que cree en mí, tiene vida eterna". Y en esa vida eterna recibida se encuentra las respuestas a todos los interrogantes de nuestra existencia. ¡El amor de Dios lo ha hecho posible!