sábado, 6 de septiembre de 2014

Compasivos

La compasión es una característica cristiana por excelencia, porque, como alguien dijo, “es otro nombre del amor”. La compasión no es lástima, porque ésta  solo se duele y añade una cuota de dolor, porque tiene connotaciones negativas, y no suele ver soluciones. Tampoco es sólo empatía, porque la empatía se conduele, se identifica, pero no siempre procura hacer algo al respecto. La compasión también se conduele y se identifica con el que sufre, pero busca hacer algo para aliviar el sufrimiento que presencia.

Según su origen griego, compasión significa “sufrir juntos”…y, aunque relacionada con la empatía, es mucho más profunda que ésta. No solo se refiere a identificarse con el sufrimiento del otro, a sentirlo “propio”, sino que además implica un deseo de aliviarlo.
 
Los cristianos somos llamados a ser compasivos. A sentir empatía por el prójimo e ir un paso más guiados por el amor de Dios. Nos identificamos con el dolor del otro. Somos llamados a ser compasivos, como Jesús. Somos llamados a amar de tal manera que la compasión brote del corazón y nos mueva a procurar acciones y decisiones que lleven alivio al que sufre.
El Señor ha tenido compasión de nosotros: nos vio y dio su vida para que no tengamos que sufrir. Y para que llegue el día en que ya no habrá más sufrimiento. Seamos compasivos.  
“Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestro corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Ro. 5:5 b).