lunes, 30 de marzo de 2020

Marzo 2020

Nos sorprendió este marzo. De pronto, un virus lejano y extraño llegó hasta el sur también. Lo lejano se nos acercó peligrosamente y comenzamos a formar parte de la pandemia. Empezamos a ver cuántas variables incluye este estado de cosas. En casa, seguros, refugiados, afrontamos estos días raros e inesperados. Con extrañeza y cierta resquemor, algunos, seguimos en este marzo que esperábamos distinto, mientras las casas se transforman en oficinas y talleres y aulas.

Se empieza a vislumbrar un horizonte desconocido: un virus que mata, que no conocemos, para el que no estamos preparados, y que origina más preocupaciones. Surge la incertidumbre y el temor. La esperanza se eleva como las oraciones y la fe se afirma. Vemos qué vulnerables somos, y esa verdad asusta a muchos, si bien  a los cristianos nos consuela, porque nos mueve a refugiarnos en el Dios poderoso que amamos.

Nuestros templos cerrados nos recuerdan que el Dios que adoramos y a quien pertenecemos no habita en edificios inertes sino en nuestro corazón. Y Él vuelve a repetirnos con inmenso amor:

"No temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa" (Isaías 41:10, NVI). 

¿Conocés a Dios? Este es un buen momento para hablar con Él. Sin temor, de corazón. Él te espera para darte una vida nueva, libre de temores y llena de certezas.

domingo, 15 de marzo de 2020

Llena tu boca de risa

Por supuesto, en ocasiones perdemos la sonrisa. Las dificultades pueden llegar a ser abrumadoras. Nos sentimos agobiados, y quizás no vislumbramos salida alguna. Entonces es cuando debemos enfocarnos en una consoladora verdad: eso pasará, no durará para siempre. 

Quizás, incluso necesitemos tomarnos un descanso para pensar mejor: puede consistir en una siesta, un pasatiempo, una película, una charla. Ese tiempo en que nos concentramos en otra actividad hará posible que nuestras ideas se organicen mejor. Compartir con alguien cercano, buscar consejo, puede ser útil, pero la ayuda de Dios es la ayuda infalible. 

¿Por qué dejamos para último momento el pedir ayuda a Dios? Porque queremos resolver todo por nosotros mismos. No esperemos a estar sobrecogidos por la preocupación y la ansiedad; hablemos con Él, sin dudar, prontamente. No esperemos al punto de desgastarnos o enfermarnos. Dios está dispuesto a socorrernos siempre. Tenemos la posiblidad de acudir a Él, como hijos, por medio de la oración. Podemos hablar con Dios y recibir de Él la sabiduría, la paz y el consuelo que necesitamos. Más aún: Él quiere vernos bien, con buen ánimo, con confianza, con alegría.

Para Dios no hay nada que sea insignificante, ni demasiado difícil Confiemos. Él nos ayudará y nos devolverá la alegría, incluso en medio de esos avatares de la vida.

"Aún llenará tu boca de risa y tus labios de júbilo" (Job 8:21)

domingo, 8 de marzo de 2020

Vence con el bien

En este mundo conflictivo, individualista, violento y competitivo muchas veces veces vemos como se devuelve mal por mal. Y se busca la venganza. Es la inclinación humana, la tendencia instintiva. Los niños suelen devolver "golpe por golpe", en sus reacciones espontáneas y además copian las actitudes de los adultos como un calco. Pero al crecer todos aprendemos y distinguimos lo bueno de lo malo. Desarrollamos conductas acordes a la moral, aprendemos valores de vida inculcados por nuestros padres... Aprendemos que no es correcto devolver mal por mal; "no se paga con la misma moneda". Porque, de hacerlo, además, nos volvemos un poco similar a aquel que nos hizo mal. Lo sabemos. No obstante, persiste en lo profundo de la naturaleza humana ese deseo de revancha, quizás hasta impensado. 
 
A lo largo de la vida pasaremos por situaciones que nos pondrán a prueba. 
Dios nos dice en su Palabra que no seamos vencidos de lo malo. Que venzamos, con el bien, el mal. Eso significa renunciar a la revancha. Renunciar a todo deseo de venganza. Y aún más: significa hacerle bien al que me hizo mal. Es un quiebre en ese ciclo de venganzas. ¡Y vencemos! Vencemos al mal. ¿Cómo? Haciendo el bien.
Es una verdad asombrosamente real. Pongámosla en práctica.  Disfrutaremos de la libertad y del gozo de la victoria verdadera, con ayuda de Dios.  

domingo, 1 de marzo de 2020

Volver

Ciertamente y de manera evidente, la sociedad actual se aleja cada vez más de los principios por los que se ha vivido durante siglos. Este siglo XXI trajo cambios acelerados, algunos buenos y otros no tanto. Hoy por hoy, la consigna pareciera ser "romper con lo establecido", "deconstruir", "porque sí", sin razones coherentes ni valederas. Romper por romper es necedad. "Deconstruir" para arruinar, también. 
 
Nos encontramos, entonces, con que se debe considerar seriamente volver a lo bueno que se dejó atrás, recuperar lo que se quiere decretar obsoleto sin serlo. 
Volver no siempre implica retroceso: volver para retomar el camino correcto es el mayor avance. Pensémoslo. Atesorar y transmitir los buenos hábitos, las sanas costumbres. Volver a lo que hace bien. Volver a lo bueno, a los valores y a los principios que hacen del ser humano un ser noble, sin dejar de avanzar hacia el futuro. Eso es verdadero progreso. 

Podemos "usar la razón". ¡No dejemos de hacerlo! 

Usemos el cerebro, las capacidades humanas que dieron tanto al siglo XX. No cedamos ante las "las ideologías subjetivas de este siglo" que pretenden obnubilar la razón con falacias. Volvamos a la sensatez. A lo racional. Al bien. A la verdad. Volvamos a lo que es digno de honra. Como individuos y como sociedad lo necesitamos. 

Examinarlo todo y retener lo bueno, es un mandato bíblico que necesitamos tener en cuenta, sobre todo en este tiempo. Volvamos a Dios y a su Palabra. Honrar a Dios es el primer paso hacia la sabiduría.