miércoles, 28 de noviembre de 2018

Perdonadores

A los seres humanos nos cuesta perdonar. No debería ser así, porque todos fallamos, todos pecamos, todos somos falibles y pasibles de equivocarnos. Todos en absoluto. No obstante, cuando otro falla, nos sale casi automáticamente el deseo de juzgar y sentenciar. "Merece esto porque hizo aquello". Y no damos lugar a otras opciones. Cuanto más jóvenes somos, más adecuada y lógica nos parece esa reacción. Nos sentimos justicieros. Con el transcurso del tiempo adquirimos, quizás por experiencia, una actitud más sabia: la de tener empatía, consideración; analizar sin sentenciar y procurar ayudar e incluso perdonar y restaurar.

Recordamos que nosotros nos equivocamos muchas veces, y otras tantas actuamos igual, o peor, en circunstancias similares. "Nos ponemos en sus zapatos", y tenemos compasión.

Dios nos enseña a perdonar, a no devolver mal por mal, a buscar la paz y seguirla y a ser compasivos. Esto es tan importante, que establece que, si no perdonamos a otros sus ofensas, Él no puede perdonarnos las nuestras. Es muy importante. Y tiene que ver con lo profundo de nuestro ser, con el corazón, con el amor, y conque somos hijos de Dios. Dios tiene especial interés en que seamos transformados y busquemos ser más como Él. ¡Y nuestro Dios es bueno, compasivo y perdonador!

Pidámosle su ayuda, sobre todo en esos momentos en que sentimos que no podemos perdonar o pasar por alto una ofensa. Seamos sinceros porque Él sabe todo y nos ama. Podremos comprobar que viene en nuestra ayuda, ablanda nuestro corazón, aquieta el alma quitando el enojo, el rencor y el deseo de venganza. Y nos ayuda a perdonar, y nos perdona. Nos llena el corazón con su paz. Y podemos comenzar otra vez con una conciencia limpia y fortalecidos por Él.

Ese es nuestro Dios. Nos dejó su ejemplo, sus enseñanzas, sus mandamientos, pero no nos dejó solos: acude en nuestra ayuda siempre. ¡Gracias a Dios por su bondad!