Nunca deja de asombrarme la primavera. Encuentro tanto amor en el despliegue de septiembre, lleno de brotes y hojas nuevas y flores. A raudales en parques, plazas y casas y balcones. Caminamos más lento para disfrutar el aire aromatizado de colores frescos. Se desperezan los árboles extendiendo sus ramas al cielo y exhalando brotes... En este tiempo todo crece, se desarrolla, se prepara para dar nuevo fruto.
Busquemos crecer en este continuo ser personas de bien, con fines nobles y generosidad, con alegría, con perseverancia. Lo sé: aunque vivimos en una sociedad difícil, hay corrupción, violencia y necesidad. Pero, no dejemos que nos condicione el entorno: tenemos la capacidad, en Dios, "de florecer en donde estemos" si dependemos de Él, que nos sustenta y da vida.
Los árboles siguen dando vida, aunque los poden o los corten al ras, siguen dando ramas nuevas, conforme su naturaleza. Aunque alguien les corte sus ramas, la naturaleza del árbol seguirá regalando su fruto (manzanas, o nueces, duraznos...).
Que en esta primavera decidamos pagar con bien, incluso a quien nos hace mal. Es que, los hijos de Dios, como el árbol bueno, seguiremos dando buen fruto, incluso para aquellos que nos hieren voluntariamente o sin intención. ¿Cómo es posible? Porque el amor de Dios nos dio un nuevo corazón, una nueva naturaleza. Y podemos elegir el bien. Podemos elegir creer y confiar en Él.
Anhelo que en esta primavera (si todavía no lo conocés) puedas conocer al Dador de la Vida. A Jesús, ¡al Dios que nos ama y nos regala tanto bien!