martes, 10 de enero de 2023

Justicieros

Todos nos indignamos ante situaciones de manifiesta maldad o injusticia. Hay algo que se rebela dentro de nosotros cuando vemos lo injusto. Buscamos ayudar al débil, al oprimido, al herido o necesitado. Nos surge una "ira santa" efervescente... Incluso hay quienes se vuelven justicieros y hasta quienes quisieran hacer "justicia por mano propia", pero eso es una venganza disfrazada de justicia. La justicia y la venganza se contraponen. No somos jueces ni ejecutores. Existen las autoridades designadas a tal fin.

El anhelo de justicia es un indicio de que todavía el bien se levanta en favor del que sufre. Permanece un sentido moral, de integridad y rectitud. Cuidemos que "en ese celo por el bien" nuestro corazón no se vuelva demasiado justiciero, al punto de "pagar mal por mal". Desear el mal "a los culpables" no es justicia. Justicia es que reciban la retribución debida conforme a sus hechos, no más. Si se diluyen los límites, desaparece la justicia y surge la venganza, el accionar desde la ira humana. Ahí corremos el riesgo de caer en el mismo torrente de mal condenamos con tanto fervor.

¿Cómo reaccionamos ante esas vidas arruinadas por la maldad? Obviamente, nos solidarizamos con las víctimas. Pero, ante los culpables, ¿cómo actuamos? ¿El repudio social por sus actos es suficiente? La condena social es buen indicio, si no se sale de cauce. La Justicia es la que debe dictaminar y ejecutar lo que corresponde. Los jueces dicten sentencia. Los culpables reciban la condena conforme a la justicia retributiva. Porque, si dejamos que la ira nos inunde por completo al punto de desear más mal al culpable que su condena legal, no estamos siendo justos. Solamente vengativos. 

Nuestra indignación debe tener un límite. Que al saciar nuestra sed de justicia no apaguemos la misericordia en nuestro corazón. 

Que podamos mirarnos a nosotros mismos y examinarnos. Dios nos dijo: "No seas vencido por lo malo. Vence con el bien el mal". Vencer con el bien. De eso también se trata la justicia. De eso se trata también el ser cristiano.

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