La Biblia dice que al aumentar la maldad, el amor de muchos se
enfriará. Si el amor se enfría, opaca las emociones, diluye poco a poco
la alegría y quita la fiuerza. No permitamos que eso nos ocurra. Si sos sensible al dolor ajeno, si sos empático, si te mueve el alma y te conmueve la necesidad de otros, si te anima a ayudar, no dejes que nada te quite esa virtud.
No cambies tu buen humor, tus motivaciones, tu alegría y tus ganas de hacer bien aunque lo que veas o escuches te decepcione. Hay esperanza si las personas que aman siguen amando, si seguimos haciendo el bien a pesar de todo y de todos; si no nos damos por vencidos. El granito de arena de millones de personas hace la diferencia. Y ante todo, hay esperanza si ponemos nuestra confianza en Dios, el Dios que nos ama y nos llena de amor por los demás. Si dependemos de Él, nuestro amor no se enfriará.
Así comprobaremos que cumplir con el segundo mayor mandamiento vivifica incluso nuestro propio corazón: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo".
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