
Ahí el tiempo parece detenerse, tanto que salimos
rejuvenecidos, con fuerzas renovadas y nueva creatividad. En ese lugar somos
felices porque compartimos un tiempo especial con Aquella Persona que nos ama
como nadie: nuestro Dios que nos ama con amor incondicional. Nuestro Dios y Padre.
¡Es un lugar magnífico y vivificante! Entonces, ¿por qué no vamos allí más a menudo? ¿Permitimos que
otras cosas nos distraigan? ¿Algo se interpone? Ese lugar. es el lugar donde oramos. El lugar donde estamos a
solas con Dios. Donde podemos hablar de todo con confianza, y escuchar con
mayor claridad Su voz. Todos los días, dispongamos de tiempo para estar allí. Orando por nosotros y por otros, recibiendo de Dios. Observando, además, ¡cómo Él hace maravillas en respuesta!