
Que cada día podamos recordar esto: Nuestras circunstancias están bajo el control de Dios, en las manos de Dios. Todo
es diferente cuando sabemos que Dios nos ama, cuando su amor nos sana y
nos cuida. Las tormentas de la vida ya no nos asustan tanto. Todas las cosas se sujetan a Él. Él es nuestro escudo y nuestra fuerza. Nuestro refugio seguro y nuestra paz. ¡A no rendirse! Todas las tormentas se calman cuando nuestro Dios interviene.
Podemos hablar con Dios confiadamente, porque por medio de Jesús tenemos acceso a Él. Si creemos en Él, si confiamos en su Palabra todo será distinto. Podemos concoer a Dios. Él disipa todo mal, toda tormenta, y nos bendice:
"Señor, yo creo en vos. Creo que me amás como nadie más. Creo en Jesucristo tu Hijo, y que Él murió para que yo no tenga que morir lejos de vos. Perdoname todo lo malo que he sido y lo malo que he hecho. Me arrepiento y recibo a Jesús en mi corazón. Gracias por hacerme tu hijo y acompañarme para siempre".