
No nos gusta demasiado la soledad. Cuando
hablamos de soledad, no nos referimos a esa “soledad” que buscamos para
meditar, estudiar, escribir, disfrutar de algún pasatiempo, o simplemente
descansar. Hablamos de esa soledad que implica una influencia negativa en la
vida, ese sentimiento que roba la fuerza y la alegría. Eso que hace sentirse
aislado y abandonado; encerrado y triste. Nadie quiere eso. Porque
fuimos creados para tener compañerismo unos con otros, para interrelacionarnos
y para compartir.
Dios, nuestro Creador, lo sabe. Él
es el creador del matrimonio, la familia, la amistad y las relaciones
interpersonales. Por eso nos llama a vivir en familia, en comunidad, y nos
promete Su presencia con nosotros. “Yo estoy con ustedes todos los días”, dijo
Jesús. De modo que incluso las personas que viven solas pueden sentirse en
compañía. Jesús está
con nosotros. É'l está con vos, allí donde estás, en este mismo momento. Cada
día, en cada momento, y en todo lugar Él te acompaña.

Podés ser compañía para otros, y descubrir amigos nuevos con quienes compartir lo que Dios te ha dado: el amor que sobrepasa todo entendimiento, incondicional y eterno.
No corras solo la carrera de la vida: otros necesitan también de tu compañía. ¡Y será más divertido!