sábado, 13 de abril de 2024

Sentido

Encontramos en este siglo la mayor  tendencia a huir de la realidad y la responsabilidad en aras de un hedonismo arcaico. Se percibe esa huida humana de la realidad, a veces de manera inconsciente, otras a sabiendas, a veces por momentos y otras con demasiada frecuencia. Quizás la virtualidad nos ha atrapado y no todos hemos sido capaces de ponerle el límite necesario para evitar que nos domine.
Tal es así, que para muchos la vida es un sinsentido, un existir sin saber, sin propósito, una mera existencia carente de significado. Los apresa un vacío difícil de llenar. Incluso hay quienes se empecinan en creer que no necesitan nada más que satisfacer esas necesidades básicas y sin embargo saben que en su interior persiste una vacuidad desconocida.

La plenitud de vida es mucho más que saciedad, descanso y placeres materiales. No se limita a bienes, cónyuges, familia, o logros personales. La plenitud de vida sólo es posible cuando dejamos que el Autor de la vida sea parte de nuestro vivir. Más aún, cuando le damos el primer lugar en nuestro corazón. 

Todo lo demás, entonces, encajará en su lugar debido, tendrá la prioridad debida y comprenderemos que sin el Dios que nos creó, no existiría plenitud alguna. 

Que no seamos distraídos de nuestra mayor necesidad. No es alimento, ni bienes,... Nuestra mayor necesidad es conocer a Dios, vivir en amistad con Él y recibir la vida sin fin que preparó por amor a nosotros. 

Puede tenerse todo lo deseado,  pero sin Dios el ser humano es sólo una criatura pobre y débil, perdida y necesitada. Sin embargo, porque Dios el Creador nos ama,  envió a Jesús su Hijo para hacer de nosotros hijos de Dios, por la fe en Él: 

"A todos los que le recibieron, a los que creen en Él , les dio derecho de ser llamados hijos de Dios". (La Biblia).
  



miércoles, 6 de marzo de 2024

Heridas


A nadie le gustan las heridas. Cuando éramos niños y nos lastimábamos las rodillas en el frenético desafío …¡de gastar energía cinética!...nos llamaba la atención cómo ese pequeño corte o esas escoriaciones de la piel frenaban de repente el entusiasmo interminable. Queremos evitar la herida y el dolor que la acompaña; queremos evitar la situación que incluso nos parece un estorbo que sólo sirve para interrumpir la corrida y la diversión. 

No fuimos creados para sufrir ni siquiera un rasguño. Dios, nuestro Creador, nos formó con propósitos de bien y de alegría. La humanidad de alejó de Dios desde el principio sin entender su gran amor y sus planes maravillosos. De tal manera que conocimos, como raza, las consecuencias de estar lejos del Dios que nos ama: la desobediencia, la maldad, el egoísmo y la violencia hicieron su entrada al mundo: y el ser humano conoció las heridas. No sólo las físicas resultantes de la violencia sino las heridas del alma, secuelas del pecado y del mal.

La Biblia, el libro de Dios, el que nos dejó como una carta para la humanidad, nos dice: 

"Dios, sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas." (Salmos 147:3). Él no nos dejó solos a merced de nuestro propio pecado. Dios envió a su Hijo amado, a Jesús, para volver nuestros corazones a Él. Basta con creerle, basta con confiar, basta con recibir a Jesús en nuestra vida y aceptar su socorro para ser transformados. Es suficiente su amor para sanar todas las heridas, para cubrirlas con las vendas de su gran compasión. Todo el que se rinde ante su misericordia infinita experimentará la sanidad que solamente Dios puede dar. La sanidad física, pero también la sanidad del alma y del corazón.

Dios nos ama. Dios nos creó para vivir una vida sin fin, sin dolor, sin heridas, por eso nos espera cada día para recibirnos, para darnos una vida nueva y sanar nuestro ser.

Él nos espera como un padre bueno espera a su hijo querido: con verdadero amor, con ternura, con paciencia y bondad. 

martes, 13 de febrero de 2024

Amor eterno

¡Cuántas parejas se prometen eterno amor desde los albores de la humanidad!  En el siglo XXI muchos esbozan una sonrisa irónica ante la sola mención de la frase. Hemos llegado al punto de no creer posible la fidelidad a lo largo de una vida entera, y, por lo tanto han surgido frases desafortunadas como "El amor se apagó", "El amor se acabó", "Ya no sentimos lo mismo", "El amor cambió", etc. etc.  Frases que sólo justifican decisiones casi siempre egoístas, y muestran lo limitado que es el amor humano y la volubilidad de los sentimientos.  

Sin embargo, no todo está perdido: Todavía oímos relatos de parejas ancianas que han caminado juntos toda una vida y siguen siendo fieles a su gran amor. Quizás se requiera simplemente la decisión de amar para que ese amor siga creciendo y arraigándose. Y el amor verdadero permanece a pesar de todo.

La Biblia nos habla del amor. Más aún , nos dice que Dios es amor. Dios, el Creador, es Amor. Todo lo bueno y todo lo verdadero proviene de Él y ha querido regalarnos la dicha de disfrutarlo. Nos ama con amor eterno, incondicional y perfecto, inextinguible. De tal manera nos ama que ha hecho todo para que podamos volver a Él, aunque la humanidad se alejó una y otra vez. Dios anhela que podamos conocerle y amarle.

"De tal manera amó Dios al mundo que ha dado su Hijo único, para que todo aquel que cree en Él, n se pierda sino tenga vida eterna"

Por eso nos invita todos los días a acercarnos a Él, a creerle y a confiar en su gran amor que permanece para siempre.

¿Ya lo conocés? 

miércoles, 24 de enero de 2024

No te olvides

Los seres humanos necesitamos volver a Dios; de todo corazón. Y, aunque haya quienes discrepan con esa afirmación, lo necesitamos, porque fuimos creados para estar con Él y no lejos de Él. Solemos "olvidar" que Dios existe mientras lidiamos con las cosas de la vida tratando de hacerlo todo con nuestro propio conocimiento y esfuerzo. Por eso es tan importante "acordarse de Dios". Otra vez, sí. Porque quizás muchos, en algún momento, hemos oído,  hemos escuchado y hemos sabido de Dios. 

Nuestros pensamientos nos pueden acercar o alejar de lo espiritual y de la búsqueda de Dios. Que podamos, voluntariamente, volver a pensar en Dios y sacudir la mente de todo lo que la satura y distrae: sobreinformación, problemas, conflictos y ansiedades. Y simplemente recordemos que Dios existe, que nos ama. Meditar en esas dos verdades ¡hará tanto bien! Nos ayudará a confiar y a experimentar la verdad de la fe. Nos llevará a conocer a Dios, su Persona, su esencia, sus características maravillosas. 

En medio de ese afán tan humano de querer vivir independiente de Dios, Él mismo persiste en llamarnos: "Acuérdate de tu Creador"..., nos dice la Biblia. "No te olvides de tu Creador..."

¿Por qué alejarse de Aquel que nos ama más que nadie, con un amor único y eterno?

Aunque te sientas lejos de Él, Dios te llama a acercarte, a recordar su amor y sus planes con tu vida, planes de bien para un futuro lleno de gloria y gozo.  

Él sigue amándote. Él sigue amándonos. Incluso cuando nos alejamos o nos olvidamos de su gran amor y de sus propósitos. 

En este día, qué bueno sería considerar que Dios existe y que está cerca, muy cerca.  Si nos olvidamos, acordémonos de Dios. Si nos alejamos, acerquémonos otra vez. Si dejamos de confiar, confiemos en Él, que ha querido llamarse Padre Nuestro, aunque Él es el Dios Todopoderoso.  Y volvamos a confiar como niños, porque Él permanece fiel.


viernes, 5 de enero de 2024

Un enero

"No hace falta recordártelo, lo sé. Pero, ¡a mí me encanta recordarlo! Fue un día de enero. Recuerdo la fecha y el lugar exactos, la hora aproximada, el entorno. Era un día típico del enero de este hemisferio sur. Acudí con cierta curiosidad a una invitación reiterada que al fin acepté. Te había buscado en silencio por años, a veces con fervor y otras con mera persistencia, frente a dudas y argumentos que confundían y añadían incertidumbre nada más. Te había buscado sin saber que estabas tan cerca siempre.

Preparaste los detalles como quien prepara un camino seguro para un niño. Cada circunstancia encajaba en ese camino llano preparado para mi bien y mi futuro. Todo encajó perfecto y  entonces lo vi como un rompecabezas recién terminado. Lo hiciste todo tan bien, como siempre...¡Qué alegría tan grande!

Me llevaste al punto de preguntarte así, directamente a Vos: '¿Dónde estás, Dios mío, quién tiene la razón...? Yo quiero conocerte y conocer la Verdad.´ Era un simple corazón que anhelaba encontrarte,  incluso en esa encrucijada de razonamientos. 'Quiero saber la verdad´, te decía, con esa determinación juvenil que no admite opciones sino la única valedera. Y esa era la decisión que faltaba y que Vos esperabas.

Ese día inolvidable me invitaron a conocerte y acepté. ¡Esa fue la decisión que cambió mi vida entera para siempre! Ya nada fue igual: la vida, de repente, era una plenitud no conocida. Me llenaste de certezas y de paz. Miraba todo como quien acaba de nacer. Descubría en cada cosa tu bondad y tu presencia. Desde entonces me ayudaste a crecer, a conocerte más; a vivir con Vos y para Vos para toda la eternidad. Ese fue el día en que te presentaste claramente y me mostraste la verdad: 'Aquí estoy. Yo soy la Verdad, el Camino y la Vida.' 

¡Me encanta recordar ese día, Señor Jesús! ¡Y seguir dándote infinitas gracias!"

Así fue. Así es. Sé que Jesús, el Hijo de Dios, espera a todo aquel que quiera ir a Él y conocerlo. Tiene preparados planes de bien, propósitos diarios para todo el que le crea. Un nuevo futuro, una vida nueva.

Puedo asegurar, sin duda alguna, que Jesús es real, que nos ama y espera que nos decidamos a conocerlo. Si te has hecho alguna vez las mismas preguntas que yo:  '¿Dios existe? ¿Dónde está? ¿Cómo puedo conocerlo? ¿Es cierto que me ama? No quiero que nadie me engañe... ¿Cómo puedo saber la verdad?'... Quiero contarte, que Dios mismo te responderá. Sólo es necesario buscarlo de todo corazón. Él mismo te responderá. 


sábado, 23 de diciembre de 2023

Conocerte

Él quiere que todos lo conozcan. Pero que lo conozcan de verdad. No es suficiente con leer su biografía o buscarlo en Google. Es necesario conocerlo de manera personal. Invitarlo a ser parte de nuestra vida, darle el lugar en el corazón, como se le da a un íntimo y querido amigo. Pasar tiempo y charlar; conocerlo cada día más. 
 
El Cielo es su Hogar. El lugar que nadie quiere dejar. El mejor lugar, ¡indescriptible! Lleno de felicidad eterna, de gloria y alegría. Lleno de amor, de paz, de luz, de vida... Y aun así Él se ausentó del Cielo por amor a nosotros para salvar -para siempre- a una humanidad perdida. 
 
Jesús, el Hijo de Dios, tuvo que ser forastero en este mundo que dista tanto de la maravilla del Cielo. Santo y sin pecado, Él dejó el Cielo para nacer en la tierra. Conoció las penurias y sufrimientos humanos y dio la salida para ponerles fin. Murió y resucitó para darnos una vida diferente y vida eterna. Un nuevo corazón y un nuevo destino.

El conocerlo de manera personal ¡cambia la vida! Nuestra existencia, la perspectiva, el sentido de la vida, el propósito, se vuelven claros y evidentes. Podemos entender y participar de sus planes, que son maravillosos y eternos... El conocer a Jesús y reconocerlo como Señor y Salvador encauza nuestros días dándoles ese propósito que no conocíamos todavía. 
 
Podemos conocer de verdad al Señor que nos ama, depositar nuestra confianza en Aquel que nos amó tanto que dio su vida para salvarnos. Podemos disfrutar de la amistad con Él y vivir la vida incomparable que Él nos regala.
 
En esta Navidad, te deseo que puedas conocer a Jesús de una manera especial. Será un antes y un después. Tu vida ya nunca será la misma. Y comprenderás sin lugar a dudas que decidirte a conocerlo ha sido la mejor decisión de toda tu vida.

lunes, 20 de noviembre de 2023

Jesús

¿Por qué hablamos de Jesús? Porque Jesús no es un personaje de ficción ni un mito. Tampoco un mero profeta más de su época, ni un gurú... La historia registra su nacimiento, su vida, y todo lo que hizo. La arqueología -y otras ciencias modernas- comprueban con hechos la existencia de Jesús y su entorno histórico y socio-cultural. Hoy en día tenemos muchas fuentes que corroboran los hechos históricos de la vida de Jesús. De igual manera ratifican la veracidad de la Biblia que relata, no sólo la vida de Jesús y sus propósitos, sino su alcance en todas las generaciones.

Hablamos de Jesús porque éramos pecadores, inclinados al mal. Estábamos necesitados y perdidos. No podíamos acercarnos a Dios ni entrar al Cielo, nuestro Hogar, porque el pecado nos separó y nos alejó de nuestro Creador. Pero Dios, que nos ama, proveyó la ayuda que necesitábamos: envió a su Hijo, Jesús, para rescatarnos, limpiarnos del pecado y hacernos nuevas personas.  

Gracias a Jesús, ahora todos podemos ser libres de culpa, nuevas personas con un nuevo corazón y un nuevo rumbo. Todos tenemos la oportunidad de ser transformados, de ser mejores; de recibir la vida eterna. 

Jesús murió en la cruz por nosotros, y resucitó para salvarnos. ¿Volvió a vivir? Sí. Y la muerte no tiene poder sobre Él. Murió y volvió a vivir para que también nosotros podamos vivir para siempre, creyendo en Él.

Jesús vino para perdonar nuestro pecados para siempre. Para darnos entrada al Cielo. Para mostrarnos a Dios... Para mostrarnos el amor  y la bondad de Dios. Para que podamos ser hijos de Dios. Ahora podemos acercarnos a Dios con confianza y disfrutar de la amistad con Él. 

Sólo nos pide que le creamos, que nos arrepintamos de la maldad y lo recibamos: "A todos lo que le recibieron, a los que creen en su nombre (Jesús) les dio el derecho de ser hechos hijos de Dios".

¿Por qué hablamos de Jesús? Porque Él es el único camino al Cielo. Él es el Camino y la Verdad y la Vida. Él es el único mediador entre Dios y los hombres. ¡El único que puede transformar los corazones y las vidas para siempre!