El año nuevo nos llena de expectativas y esperanza. Pensar en el futuro despierta en nosotros con más fuerza las ganas de emprender,
de soñar y de planificar. Pareciera que todas las cosas tienen un nuevo
comienzo. La sensación que tenemos es la de percibir todo como “nuevo”. Los planes, los proyectos, el estudio, el trabajo, las dietas, las
rutinas diarias, de repente, adquieren “calidad de nuevo”. Queremos hacer, como suele decirse, “borrón
y cuenta nueva” y empezar una página en blanco. Aclarar las
ideas, desenmarañar los conflictos, pensar soluciones, buscar con más orden una
estrategia de acción para tratar con lo nuevo, con lo que viene.
El inicio del año también nos transmite la idea de que “todo
puede cambiar tan fácil como cambiamos de año". Eso suma entusiasmo y fuerza. Incluso parece que podríamos dejar atrás las cosas que no nos gustan, lo que ya no queremos en el nuevo tiempo. Pero, los cambios se generan con decisiones: veamos qué cosas mejorar, qué cosas podemos y debemos cambiar y decidamos.
La buena noticia es que Dios puede darnos un nuevo comienzo, una nueva oportunidad. Si creemos en Él, nos da un corazón nuevo y una mente renovada. Un vida nueva con Dios en la que todo es posible, hasta esas
cosas que por años quisimos cambiar y no pudimos. Por la fe en Jesús, el Hijo de Dios, se nos da una
vida abundante, y una vida que no se acabará jamás. Recibimos paz, porque Él quita la culpa que el mal nos deja en el alma cuando no
obramos bien. Y además, somos hechos hijos de Dios, con todo lo que eso implica.
Este año nuevo puede darte una vida nueva de verdad. Solamente hay que tomar la decisión de confiar en Dios. Recibamos todo lo bueno que Dios tiene en este
año. Empecemos a disfrutar de esos planes de Dios y seamos parte de ellos. Con Él todo es
posible.
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