Ya no somos los mismos. Las circunstancias que vivimos nos han cambiado, seguramente. Una pandemia no se olvida. Todavía seguimos inmersos en su incertidumbre y anhelamos que termine.
Pero, además de recuperar el abrazo y las reuniones a cara descubierta, permitamos que el corazón se ensanche para abarcar a otros, a muchos. Que la compasión resurja, la generosidad espontánea, la empatía, el amor práctico; ese amor verdadero que trae de vuelta la alegría genuina, la que nace del bien.
Que este nuevo tiempo nos encuentre diferentes: Con el corazón lleno del amor de Dios, ese amor ilimitado. Que Él dirija nuestra vida para que todos pueda conocer que, más allá de lo que ven, hay un Dios de poder, invisible y maravilloso.
Comprobalo por vos mismo.
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