Si nos preguntaran si deseamos
algo mejor, seguramente todos atinaríamos a decir que sí casi sin pensarlo. Fuimos
hechos para avanzar, crecer, progresar, proseguir en el desarrollo del
potencial que Dios nos dio, no al azar sino “con algo en mente”, con una
excelente idea de bendecirnos. El concepto de “progreso” lo tenemos innato. Que
el hombre anhele progresar fue idea de Dios. ¡Un regalo de Dios!
Dios nos llama a “algo mejor”,
por eso nos insta a ser transformados “como a la misma imagen por el Espíritu
del Señor”. Nos llama a ser más como Cristo… lo cual es siempre mejor. Sin embargo
cuando oímos “ser transformados” a
menudo pensamos en palabras como santificación, pureza, integridad,
consagración, devoción, servicio…Y se nos viene a la mente un dejo de “¡Uy!...”
como si el pronunciar esas palabras desencadenara una sucesión de reglas,
prohibiciones y mandatos “destinados a quitarnos la alegría y la diversión, las
ganas de vivir y la sonrisa.” ¡Nada que ver!... Somos hijos de Dios: ¡somos santos alegres! Pertenecemos al Dios de la vida, "...al Dios de mi alegría y de mi gozo" (Sal.43:4). ¿Aquel que creó la alegría querrá que vivamos una existencia sin gozo? Si preguntamos, Dios nos dice en su Palabra "Estén siempre gozosos". No dice "ríanse todo el tiempo"...el gozo es esa alegría profunda, a veces silenciosa, que te hace sonreír incluso a solas, sin causa "desencadenante", sino la certeza de que está allí, en medio de tus carencias, necesidades o pruebas. Gozo de Dios es presencia de Dios.
El procurar algo “mejor” (bienestar, gozo, salud, alegría, diversión, satisfacción, etc.) no se contrapone ni contradice con el término “santificación”. Asociamos la palabra santificarse con “no” y se empapa de connotaciones negativas que en realidad no tienen por qué estar allí.
El procurar algo “mejor” (bienestar, gozo, salud, alegría, diversión, satisfacción, etc.) no se contrapone ni contradice con el término “santificación”. Asociamos la palabra santificarse con “no” y se empapa de connotaciones negativas que en realidad no tienen por qué estar allí.
Traemos un bagaje legalista de
siglos que se nos pegó en algún momento de la historia…y que parece un sticker
difícil de quitar. No hubo nadie tan santificado, puro, integro, y consagrado como Jesús…y lejos de ser un
asceta amargado por la existencia terrenal, tenía tanto gozo y alegría en su
vida diaria que el salmista lo dice en
el libro de los Salmos: “Has amado la justicia y aborrecido la maldad;
por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros.” (Sal.45:7). La santidad y el gozo van juntos, y se amalgaman; lo mismo sucede con la santidad y el amor: se amalgaman, de manera que no es posible separarlos.
La santificación no es una carga. Santificarse es apartarse del
mal, para Dios; santificarse también es “amar”. Porque es el segundo
mandamiento más importante; y el amor no
hace nada indebido. Y además, el amor es la fuente del gozo ¡No se puede tener gozo genuino sin
amor!...
Dios no nos niega ningún bien. Es
más, todo lo bueno procede de Él,…y es para nosotros.
No seremos menos “felices” por
santificarnos más, por amar más a Dios, por servir con la actitud que agrada a
Dios. Todo lo contrario. “Bienventurados los de limpio corazón…”
Bienaventurados, dichosos, ¡felices! Dios nos mueve a santificarnos cada día, a
escoger lo bueno y no lo malo; a escoger la vida y no la muerte; a escoger el amor, que edifica, y no la amargura, que
destruye. Dios nos ofrece algo mejor. Cuando nos insta a ser
transformados el Señor nos está motivando a permitir que su Espíritu realice
cambios profundos en nuestra vida, “a fin de conocerle”, primeramente, y de
avanzar en el cumplimiento de su propósito.
Sin duda, cuando Dios habla de
transformación habla de convertirnos en algo mejor. ¿Por qué? Porque no somos
transformados de cualquier manera ni en cualquier cosa: somos transformados a
su imagen por el
Espíritu Santo. 2 Cor. 3:18, "Por tanto, nosotros todos, mirando a cara
descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de
gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del
Señor". Habla de una transformación que desde adentro,
de un “corazón mudado”, de un corazón conforme a su corazón, … que ama, en fin: de un corazón lleno de gozo.
¿Queremos algo mejor? Dios lo tiene listo para
nosotros, de antemano…vamos a darle lugar para que Él lo haga realidad. Cuando
estamos con Él, allí somos transformados. No como una carga, sino por gracia,
porque Él nos ama; no como un esfuerzo, sino recibiendo de Él mismo. “Algo
mejor”…¡Eso es lo que Dios siempre tiene! La bendición del Señor es la que enriquece ..."y no añade tristeza con ella" (Pr.10:22)
No hay comentarios:
Publicar un comentario