lunes, 20 de febrero de 2023

Lejanía

Existe un dilema respecto de la cercanía de Dios y la humanidad. Hay quienes dicen -quizás a modo de reproche- que Dios existe pero está alejado y lejano e indiferente.  Y hay quienes no quieren estar cerca de Dios, porque no lo conocen,  y de alguna manera "se alejan" de Él y evitan siquiera mencionarlo. Aún así, ¡Dios está muy atento y pendiente de nosotros porque nos ama infinitamente!

Desde la creación, en el Edén, Dios ha estado cerca de su creación más maravillosa, el ser humano. El primer hombre y la primera mujer disfrutaban de la presencia y la cercanía de Dios, hablando y compartiendo con Él. Sin embargo, la desobediencia alejó a la humanidad toda de Dios. Primero fue una separación y un distanciamiento espiritual, porque el pecado no puede estar en presencia de Dios. Y en segundo lugar, fue un alejamiento en lo físico porque dejaron el Edén alejándose del lugar donde paseaban con Dios. El pecado los separó de Dios y los alejó.

No obstante, Dios nunca se aleja. Ellos se alejaron al permitir el mal en sus vidas y eso quebró la unión y comunión con el Creador. Eso no era lo que Dios quería, pero el ser humano eligió, y eligió mal.

Pero Dios,que nos ama con amor eterno, proveyó una solución por medio de su Hijo, Jesucristo: Jesús, por medio de la fe en Él, restaura lo que pasó, nos rescata y nos acerca. Más aún, restaura esa estrecha relación de la comunión con Dios.

Nuestro corazón está lejos de Él cuando no le creemos y por esa razón tenemos la percepción de lejanía; pero Él está cercano. Él es Omnipresente, es decir, está presente en todo lugar al mismo tiempo. No está lejos. Podemos elegir: creer en Jesús que vino a restaurar lo que pasó y devolvernos la presencia de Dios; o permanecer lejos sin saber que Él está ahí a nuestro lado, esperando que nos decidamos a creerle. Elijamos bien. Por eso podemos elegir.

Esa lejanía que sentís es sólo la distancia que el pecado puso entre vos y Dios. Pero Jesús vino para quitar el pecado del mundo y hacernos hijos de Dios. Podemos volver a Dios aceptando su regalo invaluable: a Jesús. A todos lo que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. Y como hijo, ¡recibimos el abrazo de Dios nuestro Padre Perfecto!


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