En momentos de agobio no pensamos bien. Los tiempos difíciles pasarán; no duran para siempre. Cuando nos supera el peso de lo negativo, debemos detenernos y frenar el impulso de seguir acumulando pensamientos abrumadores. Abocarnos a llegar a una solución. Podemos sacudirnos, respirar hondo y decidir conscientemente pensar de manera más objetiva. Las emociones se irán acomodando al ritmo de los pensamientos renovados.
Solemos olvidar muchas cosas positivas cuando estamos en situaciones apremiantes. Traigámoslas a memoria. También solemos olvidar cuánto nos ama Dios. Él quiere que recordemos que hay esperanza, porque nuestra esperanza es Él. Nuestra ayuda es Él y siempre está con nosotros. Hay esperanza. Hay futuro con Dios. No perdamos la confianza. Esperemos en Dios a pesar de todo y busquemos su ayuda.
Podemos hacer de nuestras circunstancias inexplicables un nuevo comienzo con la ayuda de Dios. Un comienzo diferente que nos asombrará porque Dios está interviniendo a nuestro favor en el asunto.
¿Conocés a Jesús? A todos los que creen en Él les dio derecho de ser hijos de Dios. Con su compañía renueva nuestra esperanza y la certeza de que está con nosotros.
Nunca estamos solos. No estás solo. No te desesperes. Solamente poné tu confianza en Dios. Contale todo lo que pasa, lo que viviste o estás viviendo. Él te entiende como nadie. Hablale y recibí su amor. Podrás conocerlo como a un amigo. Hoy mismo. Podrás tener paz y alegría en medio de la adversidad porque, para los que creemos en Él, todo resulta para bien.
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