Llueve sobre
la ciudad. Los árboles sin hojas dibujan un paisaje diferente. Todo se ve más gris. Algunos
pocos árboles exhiben hojas frías y perennes. El sonido del viento prevalece por encima de los ruidos urbanos. Mi ciudad, casi dormida. El
chapoteo de ruedas en el agua. El caminar apresurado, las corridas. Las nubes
grises y la lluvia quitan luz a la tarde.
Hay tiempos diferentes. Algunas personas se entristecen con los días lluviosos. Pero, podemos encontrar alegría en lo cotidiano; hay motivos de gozo, si buscamos. Hoy el
invierno me recuerda que después de las tormentas y la lluvia vendrá otro tiempo, que existe un Creador, que hay esperanza. Un nuevo
comienzo. El invierno también es necesario, como es necesario descansar, dormir, pensar calladamente. ¡O disfrutar la delicia de tomar algo caliente junto al fuego! Tiempo de aquietar el alma y
dejar la ansiedad. Porque Dios cuida de nosotros.
Si estás pasando por un "invierno" que no entendés, detenete
un momento y pensá en esto: Aunque
veas lágrimas en la lluvia, aunque parezca que no hay salida, pensá que eso
también pasará. Las pruebas no duran para siempre. El Dios que te ama te
ayudará. Como hoy a mí, Dios alegra siempre el alma de sus hijos. Hablá con Él, como con un amigo; pedile ayuda, contale todo. Él pone el calor de su
amor donde hay frío y el abrazo de su presencia. Verás que la lluvia
también es risa que canta en las calles y en los techos; alegría que corre y
sacia el alma.
Dios da fuerza y vida donde todo parece muerto. ¡Con Dios todo es posible! El Dios que creó el invierno, creó también la primavera para hacernos saber que la tormenta pasa, que el frío pasa; lo estéril y lo yermo se
convierte en valle y en jardín. Dios está a tu lado,
y camina con vos, en todo tiempo. No permitas que la prueba obnubile tu mente. Confiá en Dios. Hay
futuro con Él. ¡Tu primavera llegará pronto!
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