martes, 30 de junio de 2020

Otra vez

Me despierta imperceptible, cariñosamente. Otra vez me abre los ojos con esta luz diurna. Hace rato que ya amaneció. Quiere mostrarme todo lo que ha hecho para hoy. Su poder me levanta y me infunde confianza para afrontar el nuevo día. Pone en mi corazón nuevos latidos; aire nuevo a mi respiración. La gratitud surge espontánea y somnolienta. La mente comienza a hilvanar palabras desde el corazón. Este día que Él hizo, comienza. 
¡Qué dicha conocerte, Dios bueno, Dador de la vida! Puedo agradecerte, en cada despertar, el saber que tu amor nos ha dado la vida.
 
Voy a asumir con seriedad las responsabilidades. Pero también voy a reír y a carcajadas. Voy a trabajar y tomar decisiones. Voy a amar y a perdonar. Quizás llore por algo (¡ojalá no!). Quizás haya preocupaciones o temores; ansiedad, impaciencia. Pero, voy a hablar con Dios a lo largo del día para que su consejo me dé sabiduría, para contarle todo. Para pedir su ayuda, para lidiar con cosas,  no sé... o sólo para charlar y disfrutar la charla. Hablaré con mi Dios que me ama, que me despierta y me da vida. 
 
"Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (Juan 1:12). Si recibís a Jesús, si creés en su nombre, serás hecho hijo de Dios. Sabrás que, al despertar, Él abre tus ojos al nuevo día con ternura.
Y, además, por supuesto, ¡tu vida será transformada para siempre!

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