jueves, 23 de julio de 2020

Lo sencillo

Hay momentos cotidianos que parecen no tener trascendencia alguna. Despertamos, desayunamos, trabajamos, ordenamos el placard, estudiamos, regamos las plantas, leemos, cocinamos.  El "rutinario" despertar, en realidad, es un  milagro. Tan milagro como la vida misma. No reparamos en detalles. Olvidamos que nuestro cuerpo es una maravilla biológica: perfecto en su funcionamiento, ordenado, sincronizado, asombrosamente dependiente un órgano de otro. Lo damos por sentado. ¡Pero es una maravilla!    

Me asombra la belleza de lo simple. En los días fríos, como hoy, me encanta redescubrir esos pequeños placeres: sentarse al sol y disfrutar de su tibieza. Los mates. La comida caliente. Un buen libro. Mensajes oportunos.
El caminar apresurado envueltos en lanas y algodón. Abocarse con el alma a un proyecto. La risa que se dibuja en garabatos en el aire frío. Dios, que hizo todas las cosas, lo hizo todo bueno, para que lo disfrutáramos. Por eso disfrutamos de una puesta de sol, de un cielo límpido o nublado, de una sonrisa, de la familia, de los amigos, de un café. Hay momentos sublimes en lo sencillo de la vida. No es casualidad. 
 
Dios cubre de gloria y belleza las pequeñas cosas que nos muestran que Él es real. Dios nos habla de muchas maneras diciéndonos cuánto nos ama. Que puedas experimentarlo por vos mismo. Que puedas atesorar esos momentos, esas vivencias en que comprobás qué bueno es Dios. 

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