sábado, 11 de julio de 2020

Humanos

La realidad nos bajó de la autosuficiencia, "de un plumazo", con cosas fuertes, inesperadas. El dolor multiplicado en el planeta nos duele; el dolor cercano tanto como el lejano. Nos dimos de cara con la realidad de nuestra finitud. ¡Qué frágiles somos! Que sea para bien. Que algo bueno y beneficioso nos quede al terminar esta pandemia.
 
La arrogancia no es buena consejera. Necesitamos a Dios. ¿Será que seremos mejores desde ahora? Necesitamos serlo. Dejar que fluya lo bueno que Dios puso en los corazones. Necesitamos a Dios, todos los días. Si no hubiera pandemia, necesitaríamos a Dios, de igual manera. Somos humanos. Nada más. (¡Ni nada menos!) Pero, lo maravilloso es ¡que Dios nos ama como lo más preciado! 

Somos humanos: el tesoro de Dios. 

Por eso. Él envió a Jesús por nosotros, para rescatarnos de la muerte y del pecado. Dijo Jesús:  "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente" (Juan 11:25-26). Esa promesa es para todos. Es para vos también.

Si elegís lo que Dios te ofrece, aceptá a Jesús. Elegí la vida. La vida verdadera. Una vida abundante que es eterna.

 



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