miércoles, 29 de abril de 2020

Pensando lo que pienso

La mente tiene la capacidad de influenciar nuestro sentir y nuestro hacer. Conforme lo que pensamos será lo que sintamos y hagamos. Si te sentís cansado o triste, pará un momento y pensá en qué estabas pensando. Seguramente, sería una circunstancia negativa, una duda, un temor, un concepto negativo (que no podés, que no podrás, que nos sos esto o aquello, que no lo serás, que sos muy “algo”, o insuficientemente “algo") o cosas similares. 

En Proverbios 12:20 se nos insta a pensar bien  y concluye en que hay alegría en el corazón de quienes piensan el bien. Y es una realidad muy perceptible. Decime cómo te sentís cuando pensás algo bueno, el bien de alguien, cosas buenas que vendrán, buenos deseos para nuestros seres queridos. O decime cómo te sentís si pensás mal de alguien, o en lo negativo alguien o de algos, o recordás "lo malo del día". Realmente es fácil de comprobar. Hay alegría prometida para quienes piensen el bien. “Hay gozo para quienes promueven la paz”, dice la versión NVI. Quienes piensan lo bueno y hacen lo bueno recibirán gozo.  Porque lo que pensamos , mayormente, es lo que haremos.  Pensemos lo bueno, hagamos lo bueno. Seamos promotores de lo bueno, promotores de paz. Hay un gozo, una enorme alegría prometida por Dios para quienes lo hagamos.

Quizás estamos habituados a una forma de pesar negativa. La prioridad será, entonces, quitar ese mal hábito y cambiarlo por otro. Estamos bombardeados de información negativa y, por estar expuestos a eso tan a menudo, nos habituamos. Sin embargo, podemos cambiar. Basta con decidirnos, y permitir que Dios mismo nos ayude: Él pondrá pensamientos de paz en nuestra mente, y llenará también el corazón. 
 
Deberíamos ejercitarnos cada día en eso: “detectar” los pensamientos malos, para quitar el mal hábito, y en cambio empezar a pensar en lo bueno, buscar la paz con todos, y el bien de otros. Nuestra vida será diferente.  Requiere constancia, vigilar lo que pensamos, lo que dejamos entrar en nuestra mente, elegir qué pensamientos queremos tener, y rechazar los pensamientos malos. Pero, ciertamente, ¡vale la pena!

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