sábado, 23 de enero de 2021

Libertad

En un siglo en que se levanta la bandera de las libertades individuales incluso en pos de causas impensadas o inverosímiles, deberíamos tener en claro que ser libres debe incluir la consideración del otro y la libertad del otro. A menudo se escuchan debates en que se exige este derecho a expensas del derecho de alguien más. La verdadera libertad es aquella que respeta los derechos de todos. La que, ejercida con responsabilidad, realmente se disfruta y promueve el desarrollo individual y social. La verdadera libertad no hace mal al prójimo.
 
Se puede aducir una libertad que es sólo externa, cuando el interior es cautivo de muchas otros cosas. Por lo tanto, ser libre implica tener dominio de sí. De otro modo, podemos terminar esclavos de las propias pasiones o debilidades. Todos necesitamos ese dominio propio que proviene de Dios. No podemos ser libres, verdaderamente, sin su ayuda. Por eso vino Jesús. Éramos esclavos de nosotros mismos porque el pecado nos tenía cautivos con su poder.  Por la obra de Cristo, por la fe en Él, somos hechos hijos de Dios y recibimos poder para vivir en libertad. El poder de Dios nos capacita para vencer nuestra propia tendencia al mal y para amar el bien, y hacerlo. 
 
Aunque se considere libre, un individuo puede ser cautivo de su propia debilidad. Cristo Jesús vino para liberarnos y otorgarnos dominio propio. Ese poder interior por el cual podemos vencer las tentaciones, la inclinación a pecar. Ser verdaderamente libre es posible -¡y maravilloso! No lo dudes. Él nos hace competentes para elegir y hacer lo bueno.

Te deseo un encuentro personal con Jesús, el Libertador y Dador de la vida. Hablale. Tu vida cambiará si confiás en Él.
Dijo Jesús: "Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes son verdaderamente libres" (Juan 8:36, NTV).

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