miércoles, 23 de marzo de 2022

Transformados

Otoño platense. El aire huele a libertad, a fin de la pandemia que desafía y a la vez llama a prudencia. Avalanchas de niños y adolescentes que entran a clase disfrutando, al fin, las aulas. Este otoño nuevo que llega con susurros de brisas y de hojas; vientos frescos, remolinos. La cadencia de los pasos tranquilos bañados de la luz de marzo. El corretear al sol en las plazas y parques sin extrañar el frío ni el calor. El mundo sigue girando y renovando con su giro la faz de la tierra. 

Intento no pasar por alto esas percepciones matizadas de colores nuevos. La tibieza de las tardes. Las calles inundadas de árboles pincelados modo otoñal. Las hojas que vuelan y descansan sobre las veredas, los bancos de la plaza, los autos, los patios y el asfalto. 

De alguna manera,el otoño me resulta un tiempo para la reflexión. Me resulta bueno parar a considerar, ver en contexto las decisiones a tomar; qué puedo mejorar, qué comienzos, qué cierres, qué desafíos, qué crecimiento, qué afrontar y qué evitar. Los cambios son buenos. Quizás es hora de implementar algunos. 

Dios nos llama a cambiar todos los días. Necesitamos ser transformados: somos sus criaturas, su creación más preciada, pero Él quiere que seamos sus hijos. Envió a Jesús, para que todo aquel que cree en Él, reciba esa transformación interior y espiritual y el derecho de ser hecho hijo de Dios. Ese es el cambio fundamental. Desde allí somos perfeccionados para ser más como Él es. 

Que en este otoño incipiente puedas recibir lo mejor de Dios para vos: su presencia y su amistad para siempre.

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