Nos levantamos cada día dando por supuesto muchas cosas. Planificamos el futuro, en pos de esa estabilidad que implica "sentar
cabeza", tener un hogar, una familia, crecer y proyectar,
extendernos. Muchas veces, en esa vorágine de la prosecución de nuestras
metas, nos olvidamos, simplemente, de disfrutar lo que ya tenemos.
La
guerra contra Ucrania los sorprendió, desbaratando su tranquila vida
diaria, cambiándola de golpe, a fuerza de proyectiles y misiles. Hay conflictos bélicos en otros países, pero, la diferencia es que en algunos lugares ya llevan años de duración.
Este en proceso nos dejó boquiabiertos y nos recordó
valorar lo importante. La internet hizo posible ver como nunca, a nivel global, en vivo y en directo, la atrocidad de los ataques y sus
consecuencias inmediatas. Horroriza. Incluso desde la comodidad del
hogar, desde nuestro lugar de paz y a la distancia, conmueve.
Para miles ha
significado el derrumbe de todos sus logros y la interrupción de todos
sus sueños. Han perdido todo o lo han tenido que dejar todo a merced de
los misiles, manteniendo consigo lo poco que pueden llevar en la marcha
urgente hacia las fronteras. Las guerras no se entienden racionalmente; no hay razón posible que pueda justificarlas. Pero, aun en tales situaciones límites, Dios quiere ayudarnos. Depende de nosotros permitirlo, buscar su ayuda.
Tanto en Rusia como en Ucrania las familias sufren por sus seres queridos. Acerquemos a esas personas al corazón de Dios en oración. Dios los ama, como siempre, con su amor infinito, y ciertamente los abrazará con su socorro. Todos necesitan muchas cosas, pero la presencia de Dios a su lado, es lo primero. Quizás no encuentren todavía las respuestas buscadas, pero en Dios hallarán paz y aceptación incondicional.
"Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros." (Romanos 5:8, La Biblia).
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