Pasaron tres días, y el domingo de madrugada, las mujeres piadosas fueron a la tumba y encontraron que el cuerpo no estaba y la tumba estaba abierta. ¿Quién se llevó al Maestro?, pensaban desconsoladas. Pero, ángeles de Dios les recordaron la promesa de Jesús. Se olvidaron que les dijo que debía morir y resucitar al tercer día para traer perdón de pecados y salvación eterna. Se fueron a contarle a los demás. Aun así, algunos no creyeron hasta verlo con sus propios ojos. Vieron a Jesús resucitado, vivo, que les mostró la marca de los clavos en sus manos y sus pies y la herida de la lanza del soldado romano en el costado... "Soy yo mismo... miren...¿Tienen algo de comer?" les dijo, y comió con ellos... ¡mientras lo miraban comer llenos de alegría inexplicable!
¡Él está vivo! ¡Jesús vive! Entregó su vida por nosotros y resucitó tres días después como lo había prometido. Impartió instrucciones a sus discípulos para llevar el mensaje por todo el mundo. En todas las generaciones proclamamos el mensaje de la buena noticia: Que Dios nos ama con amor eterno y envió a Jesús para rescatarnos. ¡Creyendo en Él somos hechos hijos de Dios!
Semana Santa es el corolario de un plan maravilloso: Dios había previsto el rescate de la humanidad. ¡Quién podría salvarnos de nosotros mismos sino sólo Dios? La Biblia lo relata. Dios envió a su Hijo al mundo para darnos salvación, perdón y vida eterna.
Y vos, ¿creés en Jesús?
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