jueves, 11 de mayo de 2023

Enfoque

Pareciera que mueren los árboles en invierno. Podría pasar por algo insignificante, pero asombra porque si nos enfocamos tanto en lo que "muere" en apariencia, nos olvidamos del proceso que renueva y los hace más fuertes. Pierden ramas, cambian el color las hojas, se secan y se caen; la corteza se fragmenta y se quiebra; se inclinan, se tuercen los troncos. Reciben el azote de inclemencias, el frío, la escarcha, el viento, incluso la nieve. Parecen frágiles los árboles, hasta endebles, a pesar de la robustez de algunos o el desafío de las hojas perennes y la resistencia de las coníferas. No obstante, mantienen esa fortaleza latente, esa vida interna, esas raíces firmes que alimentan.
 
No mueren los árboles; se fortalecen en el silencio de la temporada que los vivifica. Ya nos demostrarán otra vez que la vida sigue latiendo en esa savia adormecida, en las ramas rotas y en el tronco descascarado. La primavera llama y la nueva vida despierta la fuerza que se pone en movimiento: corre la savia por las ramas, surgen los brotes y las hojas nuevas, y otras ramas reemplazan las caídas. En la vida también hay procesos, que desde afuera no son perceptibles. Podemos tener una percepción equivocada si nos quedamos solamente con lo que vemos. 
 
Quizás debamos recordar que la vida germina en silencio. Lo importante es lo que ocurre dentro. ¿Hay fuerza nueva gestándose en el corazón? ¿Esperanza adormecida? ¿Hay ilusiones o frustraciones? Hay un propósito, un extenderse más allá de ese proceso que estamos viviendo. No nos enfoquemos sólo en lo negativo o en lo perdido, porque Dios nos creó con propósitos y planes de bien. 

Quizás estés pasando por "un invierno de la vida" y te sientas enojado o despojado como un árbol. Estás enfocado en eso y no ves otra cosa. Pero con Dios tendrás nueva vida. Será un proceso, un paso hacia un renuevo total. Él puede tomar hasta nuestros fracasos y darnos una vida fructífera, sin lugar a dudas. Solamente espera que lo invitemos a ser parte de nuestro vivir. Más aún: espera que dejemos el control en sus manos. Él nos dirigirá por el mejor camino. Afiancemos nuestras raíces en el amor de Dios que nos sustenta. No tenemos por qué darnos por vencidos.
 
No estás solo en tu invierno personal: Dios te ama, te ve y preparó todo para darte vida y vida eterna. Tenemos que recibirlo por la fe en Jesús. Y verás que, como el proceso del árbol, lo que parecía el fin, ¡era sólo el comienzo!

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