Creo que todos, en mayor o menor medida, en ocasiones complicamos las cosas. Es como si le pusiéramo títulos, subtítulos, apartados y notas al pie, gráficos y estadísticas, teorías y suposiciones, Fe de erratas... Complicamos lo sencillo, innecesariamente.
Quizás alguna vez pensamos que es imposible acercarse a Dios. Pero, es posible comunicarnos con Dios porque Él lo hizo posible. Envió a Jesús para
salvarnos y restaurar nuestra comunicación con Él. Hizo posible tener una relación personal con Dios.
Nos comunicamos con Él por medio de la oración. Orar es hablar con Dios. Así de fácil: hablar. Hablamos con la
familia, con amigos, con el jefe, con extraños. Pero, orar es hablar con Dios como hablamos con alguien cercano y de confianza: abiertamente, sinceramente.
No es necesaria una profunda explicación teológica de la oración para comenzar a orar. Los niños lo hacen con total espontaneidad. Sin dudar.
Aprendemos a orar, orando. Nos sumergimos en la oración confiadamente, como un niño se sumerge, feliz, en el abrazo de su Padre.
Muy a menudo, lo único que necesitamos saber es esto: Dios me ama. Dios me escucha y me responde.
Seguramente habrá tiempo, también, para estudiar el tema y profundizar, para
investigar, hacer un estudio, una exégesis, preparar una tesis. Incluso
para abocarnos a pleno al mundo de la
exploración y el estudio teológico en un crecimiento continuo. Pero, orar es vital, cada día.
Ahora mismo, donde estás, podés hablar con Dios. ¡Te sorprenderás!
"Todo el que desee acercarse a Dios debe creer que él existe y que él
recompensa a los que lo buscan con sinceridad" (Hebreos 11:6, La Biblia,
NTV). Dios existe, es real y nos ama de verdad.
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