domingo, 30 de enero de 2022

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Este tiempo de vacaciones da ganas de desenchufarse de la vida virtual y conectarse con la vida real y palpable. Más vacunas y menos restricciones; eso invita a salir de los dispositivos y volver a disfrutar la vida al aire libre.

Tan buena es la virtualidad y tanto bien nos ha hecho en estos años de pandemia de covid, que ya es parte de la vida diaria incluso de las personas mayores que antes estaban reticentes a su uso. Pero, a pesar de los bien sabidos beneficios, no puede reemplazar la realidad del abrazo y la atmósfera cómplice de un codo a codo. Nunca valoramos tanto el pasar tiempo con otros, como en esos días en que no pudimos hacerlo como solíamos.

Dios nos hizo necesitados de otros para darnos la alegría de compartir la vida. De una u otra manera, siempre compartimos con los demás, siempre influenciamos, siempre podemos hacer bien a otros.

Que podamos dar lo mejor de nosotros para bendecir a alguien más. A veces no son cosas materiales. Ni siquiera palabras. Con gestos, con hechos, podemos hacer saber a este mundo convulsionado que Dios nos ama como nos amó desde la creación.

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