sábado, 22 de julio de 2023

Risas

Por siglos se ha encasillado a la imagen de Dios en una expresión del todo irreal y ficticia. De alguna manera, la relación llena de alegría y respeto que compartían los primeros cristianos con Jesús, el Maestro, fue reemplazada en muchas instituciones religiosas por una actitud de tristeza y miedo. Por alguna razón, en el camino histórico, se interpretó que la triste solemnidad de un rito vacío en un clima austero, simboliza respeto. Pero el respeto y la reverencia cristiana hacia a Dios, surgen del amor y la gratitud; no del miedo. El miedo y el amor no van juntos. Tenemos gratitud por lo que Dios hizo y hace por nosotros. Lo amamos porque Él nos amó primero, desde antes que naciéramos. Lo amamos por Quién es Él.  
 
Donde hay amor y gratitud hay un consecuente respeto y reverencia. Y ¡también hay gozo! Es inevitable. Por lo tanto, no es necesario silenciar el regocijo de conocer a Dios. Porque  "el perfecto amor echa fuera el temor", cuando nos sabemos amados y aceptados por Dios como hijos, su amor perfecto nos libera del temor y podemos servirle con alegría.

¿Acaso a Dios le molesta la risa, la paz de la dicha? Por supuesto que no. Iría contra su propia naturaleza, ¡ya que "en su presencia hay plenitud de gozo"! Podría decirse que Él está "rodeado de gozo", y no un gozo superficial y pasajero: un gozo pleno y absoluto, sin pizca de tristeza. La santidad de Dios no le impide estar rodeado de gozo; por el contrario, donde hay santidad y pureza hay gozo verdadero.

Ciertamente, Jesús, mostró el carácter y la Persona de Dios. Él, el Hijo de Dios, que vino a la tierra para salvarnos y mostrarnos cómo es Dios, dijo: "El que me ha visto a mí ha visto al Padre". Hasta los niños lo seguían, lo amaban y querían estar con Él. ¿Sería posible que los niños quisieran estar con alguien hosco, triste y que infunde miedo? Por supuesto que no. ¡Que podamos amar a Dios como los niños! Con reverencia y respeto, con ternura y alegría porque eso le agrada, porque esa es su voluntad.  

Incluso en medio de las situaciones difíciles, la Biblia nos anima a alegrarnos en Dios cada día: "Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense!" Y, además: "Sirvan al Señor con alegría; vengan ante su presencia con regocijo". Y nos dice, además, que el gozo del Señor es nuestra fuerza.

 

«Le pido a Dios, fuente de esperanza, que los llene completamente de alegría y paz, porque confían en él. Entonces rebosarán de una esperanza segura mediante el poder del Espíritu Santo.» (Romanos 15:13, NTV)

 

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