¿Acaso a Dios le molesta la risa, la paz de la dicha? Por supuesto que no. Iría contra su propia naturaleza, ¡ya que "en su presencia hay plenitud de gozo"! Podría decirse que Él está "rodeado de gozo", y no un gozo superficial y pasajero: un gozo pleno y absoluto, sin pizca de tristeza. La santidad de Dios no le impide estar rodeado de gozo; por el contrario, donde hay santidad y pureza hay gozo verdadero.
Ciertamente, Jesús, mostró el carácter y la Persona de Dios. Él, el Hijo de Dios, que vino a la tierra para salvarnos y mostrarnos cómo es Dios, dijo: "El que me ha visto a mí ha visto al Padre". Hasta los niños lo seguían, lo amaban y querían estar con Él. ¿Sería posible que los niños quisieran estar con alguien hosco, triste y que infunde miedo? Por supuesto que no. ¡Que podamos amar a Dios como los niños! Con reverencia y respeto, con ternura y alegría porque eso le agrada, porque esa es su voluntad.
Incluso en medio de las situaciones difíciles, la Biblia nos anima a alegrarnos en Dios cada día: "Alégrense siempre en
el Señor. Insisto: ¡Alégrense!" Y, además: "Sirvan al Señor con
alegría; vengan ante su presencia con regocijo". Y nos dice, además, que el gozo del Señor es nuestra fuerza.
«Le pido a Dios, fuente de esperanza, que los llene completamente de alegría y paz, porque confían en él. Entonces rebosarán de una esperanza segura mediante el poder del Espíritu Santo.» (Romanos 15:13, NTV)
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